El anciano, de voz contenida, le responde:
No es por el agua por lo que voy, que ya no es la misma que la que ahora corre. No es por el placer de atravesar el camino, cuyas piedras y nubes ya son otras.
Y añade, forzando su último aliento:
Tampoco por la sombra del olmo que me da descanso. ¡Ni el sol es el mismo que el de aquel primer día!