Revista Arte

La fuerza de los colores de una luz crepuscular reflejará además el ánimo tan ansioso de una vida y de su momento preciso.

Por Artepoesia
La fuerza de los colores de una luz crepuscular reflejará además el ánimo tan ansioso de una vida y de su momento preciso.
La justicia artística es un concepto sin sentido alguno. Obras de Arte se han realizado a lo largo de la historia sin merecer apenas una reseña perdida entre las paredes desconocidas de algún museo del mundo. Pintores han habido muchos y entre ellos a veces algunos que han pasado a la historia sin ningún especial adorno extraordinario. Este maravilloso paisaje del pintor Richard Wilson (1714-1782) es un ejemplo de la mejor capacidad de combinar colores dispersos en una composición ahora artísticamente genial. En el año 1775 pintaría este paisaje de memoria, ya que su estancia en Italia había sido casi veinte años antes. Para ese momento, su vida no era ninguna maravillosa vida sosegada de un pintor consagrado y establecido con los años. Había padecido dificultades por su inestabilidad económica y el pintor se sentía perdido y desolado cuando, justo al año siguiente, la Real Academia le obsequiaría con un puesto de bibliotecario. Pero, antes de eso, antes tuvo la inspiración de crear esta obra que, por su fuerza cromática y su grandiosidad paisajística, llegará a expresar la sentida vibración de un ánimo íntimo tan necesitado de vida. No es Romanticismo, no es Neoclasicismo, no es Realismo..., pero es todo eso y mucho más aún. Es la luz prodigiosa contenida de una puesta de sol entornada entre suaves colinas y nubes dispersas de un cielo ahora con vida. Porque aquí el cielo triunfará en la totalidad del paisaje claramente, dos terceras partes del lienzo prácticamente lo cubre. Luego serán las distancias, la perspectiva, la profundidad..., junto a la elección de un espacio y de un momento únicos. Es apenas un paisaje y es mucho más que eso lo que consigue expresar el pintor. ¿Será intuición? ¿Será que el estado de ánimo del pintor es expresado sutilmente para ser percibido por un color que gana sobre las formas o sobre el alineamiento? No hay nada más que color, distancia y magia emotiva, pero, sin embargo, todo eso junto expone aquí la mayor expresión emocional de un ser humano creativo que buscará ahora en las formas artísticas su mejor sentido de justificación de la vida.

Es la justificación de un mundo que una obra de Arte consigue expresar para poder calmar el ansia necesitada de conciliar ahora ánimo con vida. Aquí el ánimo es la misma vida ahora que se dirige, por ejemplo, hacia la elevada edificación aislada de la izquierda para, con ella, poder mirar así unas formas geométricas tan precisas como inciertas. Es la brillante y plateada ribera del Tiber también, que, a lo lejos, la vista de cualquier observador persigue ahora con sosiego. Es la silueta del ciprés orgulloso que, sereno, tratará de elevarse hacia el cielo infinito. Son los personajes empequeñecidos que, ajenos, no verán ahora la belleza de todo eso. ¿Será una alegoría del Arte insatisfecho? El paisaje de Wilson no es solo la imagen realista de un escenario concreto, la vista del río Tiber con la ciudad de Roma al fondo, es la necesidad de poder hacer ahora algo muy distinto con la propia vida, algo que solo la creación artística puede llegar a satisfacer. Es la voluntad creativa que persigue ahora la conciliación de la vida con el propio ánimo del que lo alienta. Y, entonces, el universo expresivo creará un mundo que solo existe en el sentimiento artístico de un instante y un espacio concretos. La luz es ahora aquí el dominio de un esplendor conseguido por la combinación de formas, de tonalidades y de planos distintos. Todo eso es obtenido por el reflejo extraordinario de la luz, algo que los impresionistas conseguirían cien años después incluso. Pero que Wilson ahora lo expresa genialmente con la textura de un paisaje natural que apenas consigue distinguir ahora unos colores de otros. Así puede hacer más sensible aún su paisaje crepuscular, puede alcanzar a dominar así la luz ahora en los diferentes espacios combinados del cuadro. Porque, como en la propia vida, existirán diferentes espacios pero un solo momento reflejado. Y esos espacios diversos deben reflejar ahora su propia respuesta lumínica a la expresión concreta de ese momento único. Como el ánimo, que también se expresará definido por el tiempo, por la luz y la distancia precisas.

Hay un abismo entre la fuerza de la luz crepuscular de un horizonte herido y la grandiosidad de un paisaje abierto, profundo y apenas ahora espectacular... Porque no hay sombras y sí las hay, porque no hay luz y sí la hay, porque no hay vida y sí la hay... Es todo luz ahora en un universo que se opone a su continuidad permanente. Es una belleza parcial porque la luz no es toda la precisa para poder apreciar las formas que la hacen únicas. Ahora no son más que partes incorporadas a un único momento, uno que ganará por la propia luz y no por las consecuencias que ella consiga del mundo. Pero eso aquí hace crear una imagen maravillosa por ser distinta y por ser expresión de un deseo más que de una realidad imprecisa. Es el deseo de persistir a pesar de la imposibilidad de poder hacerlo por el momento crepuscular que impone ahora el mundo. El pintor lo busca y lo persigue con el mismo afán que su ánimo tratará también de conciliar sentido con mundo...  Aquí el sentido es la luz que luchará por mantener las formas ya imprecisas del mundo reflejado. La vida o el mundo es la realidad inevitable que las distancias y las tonalidades consiguen mantener vibrante todavía del maravilloso paisaje de una obra grandiosa. El pintor descubrió en su inspiración la fuerza de un mundo que podía expresarse más por un ánimo infecundo que por las formas representadas de un paisaje profundo. La luz reflejada de colores dispersos es ahora aquí ese ánimo necesitado de fuerza que vencerá, sereno, por la grandiosidad de un atardecer tan bello como poderoso. ¿Hay mejor tonalidad de color conseguida ahora para un paisaje crepuscular que combine las formas con el ánimo o la representación de la vida con su propio sentido?

(Óleo Una vista del Tiber con Roma en la distancia, 1775, del pintor galés Richard Wilson, Centro de Arte Británico de Yale.)


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