Resulta que estoy trabajando con un grupo de personas que me pidieron que les ayudara a vender más. Hemos tenido tres o cuatro reuniones. Yo me lo he pasado muy bien pues en ellas me van hablando de sus actuaciones y de lo que necesitan para mejorar en sus objetivos. Hasta aquí sin problemas.
Pero me doy cuenta de que el trabajo realizado es bueno cuando uno de los directivos de la empresa con la que colabora este grupo me llama para insinuarme que hay ciertas decisiones en las que ese grupo no debe de participar. Vamos , quedeje de animarles a tener voz propia y que tan sólo les enseñe a vender.
Por supuesto, además de sorprendido, me sentí orgulloso, complacido y enfadado. Porque ese directivo que me llamó quería que todo fuese mejor… pero dejando todo como estaba. Y eso es imposible. Esa necesidad del directivo de volver al estatus anterior me indicó que de verdad quien estaba bloqueando el posible aumento de las ventas era él. Por su comodidad. Todo conocido para tenerlo todo controlado.
Pero este grupo está aprendiendo que todos juntos forman un uno con personalidad propia, con fuerza y con valores.Este grupo está aprendiendo a reivindicar para mejorar. Está apretando a su empresa para que esta funcione mejor.
Lo que no sabe ese directivo es que este grupo no tiene marcha atrás. O renace o se deshace. Porque han saboreado el gozo de la unidad, del apoyo entre sus miembros, del potencial que les da ser grupo.Y ahora tendrá que ser la empresa quien decida. O la comodidad de un directivo – y el grupo se deshace – o se atiende al grupoy entonces el directivo tendrá que renovarse …o morir.
Por eso animo a realizar actividades en grupos. En grupos con intención y con pasión. Porque crece el grupo y de paso crecemos cada una de las unidades que formamos ese grupo. Y la espiral ascendente que se crea no es sumatoria sino exponencial. ¡Multiplica tus valores!