Revista Arte

La fuerza irresistible de lo opuesto o el triunfo ineludible de Kairós.

Por Artepoesia

 La fuerza irresistible de lo opuesto o el triunfo ineludible de Kairós.

Los antiguos griegos describieron el tiempo de tres formas distintas con tres entidades o dioses diferentes. Una de ellas era la eternidad, cuya representación mítica la hacían con el dios Eón; otra era el tiempo dividido, el tiempo cronometrado, Cronos era su divinidad. Pero la última era verdaderamente fascinante, ya que los griegos intuyeron la importancia del momento trascendental, del propicio, del instante revelador, único e irrepetible. A ese momento especial le denominaron Kairós. Cuando el Manierismo estaba desapareciendo en los inicios del siglo XVII a consecuencia del arrebatador Barroco, el pintor alemán Hans von Aachen (1552-1615) compuso su obra Pan y Selene. Estos dos personajes mitológicos representaban dos cualidades muy opuestas y contradictorias. Pan era el semidiós más terrenal, voluptuoso, calamitoso e incontrolado de la Arcadia. Selene era la diosa lunar, pura y luminosa como el satélite subyugante y poderoso. Para el semidiós lujurioso el atractivo de Selene fue irresistible. Hizo todo lo que pudo para seducirla, hasta tratar de modificar sus maneras, sus bestialidades o su fiereza. Ella era la diosa enamoradiza, desaparecía y volvía como su astro brillante para encandilar a los hombres terrenales y sentir la pasión que su temporalidad solo a veces le brindase. Para ambos la oportunidad de Kairós era la única forma de vivir su deseo, ya que éste era insostenible de otra forma para ellos, ninguno tendría otra ocasión que la única. Pan no podría descubrirse más que en la noche ocultadora; Selene no sabía de otra forma... Ni la eternidad ni el periodo normal de una vida servían para unir a estos dos seres incapaces. ¿Era la imposibilidad en ambos casos lo que les uniría? Por eso Kairós vino a comprenderlos. Y la iconografía a sustentar esa posibilidad efímera además. Como su sentido filosófico, Kairós es el dios del tiempo del Arte... Para los cristianos posteriores a Grecia, Kairós representaba el tiempo de Dios, ese momento inapreciable que justificaba cualquier teología necesaria.

En el Arte, ¿cuál es el tiempo representado? Tendemos a veces a pensar en la eternidad para identificar Arte con permanencia. Pero la eternidad de Eón es el no tiempo, cuando éste no existe ni para negarlo. Y el tiempo de Cronos es el tiempo pasado o es el tiempo presente o es el tiempo futuro. No, decididamente el tiempo del Arte es mejor representado por Kairós. En el Arte lo que vemos reflejado en una obra es la intención sagrada más estética de un solo instante merecedor. El creador expone siempre su momento de gloria, aunque este solo sea, estéticamente, un mero instante a veces desmerecedor. Sin embargo, los pintores exponen siempre el único momento prescindible que no puede ser destinado a la muerte. En la vida esto solo se produce en la imaginación ya que nada hace que el tiempo pueda ser sustituido por nada, ni siquiera por la pasión más ardorosa. Kairós no desplaza el tiempo, ni lo paraliza, ni lo transforma. Solo lo describe, lo califica, lo narra de una forma especial, y para esto la imaginación es el arma más eficaz que mente alguna pueda tener en el mundo. No vivimos las cosas, las imaginamos mientras las vivimos perplejos. La perplejidad nos impide asimilar nada, por eso la imaginación acude a salvar ese momento. Y Kairós santifica con su divinidad pagana el instante que apenas dura la intención del hecho. Para el filósofo francés Deleuze, el fenómeno de Kairós es ese momento único y especial que no está ni siquiera en el presente sino que está siempre por llegar o ya ha pasado, que nos sobrevuela... Por eso la imaginación es el único referente válido, tanto si se manifiesta como si no. Para eso fue creado el Arte, para dominar el instante desde la distancia, ya que, como la incertidumbre física, no podremos saber una dimensión si determinamos otra... 

En la obra de Aachen vemos el instante mágico del momento imaginado e irrepetible de la seducción. La fuerza atrayente es irresistible porque el momento es irrepetible. Esa es la característica de Kairós, su irrepetibilidad. Ahora podemos entender la sutil diferencia entre Eón y Kairós. En Eón la vivencia es imperceptible, no se es consciente de nada porque no hay una medida para referenciarlo: la eternidad no fluye permanece sin contraste, sin límites, sin enfrentamiento ni ausencia. En Kairós existe porque fluye, porque hay límites, porque nos enfrentamos a la realidad inequívoca de lo irrelevante. Entonces debemos sublimar el instante, o con la oportunidad o con la imaginación o con el Arte. Hans von Aachen lo hizo con el Arte y consiguió una obra fascinante. Incluso consiguió unir dos tendencias tan opuestas como eran el Manierismo y el Barroco. En el año 1605 pintar como sus maestros ya no era la opción más moderna. Pero en su obra Aachen alcanza a combinar un estilo con el otro. El gesto manierista de las manos y el cuello de Selene contrastan con su cadera barroca así como con el cuerpo naturalista de Pan. El Barroco había llegado para romper la imaginación o la sutileza frente a la pasión y el alarde realista de las cosas. Sin embargo, Kairós dominaba con su fuerza poderosa la simulación de un instante que el Arte hacía vibrar además con las formas encontradas de dos estilos diferentes. Uno que acabaría para siempre, otro que empezaba a sembrar la ilusión por hacer del instante una forma más familiar o más cercana. ¿Es que ahora podíamos dejar de sentirnos ajenos a lo representado en una obra? Esa era la virtual intención estética del Barroco. Pero esa fue su maldición... Ahora, la distancia era dominada frente a la fragancia. ¿Es que Kairós sería vencido finalmente en el Arte? El momento de mayor divinidad de Kairós fue representado en su mayor pureza en el Manierismo. Sin embargo, las demás tendencias mantuvieron aquella pureza a pesar de sacrificar la fragancia por la cercanía. Aun así, se prolongaría la fragancia hasta la llegada del Arte Moderno. Porque la forma de entender aquel instante tan sagrado sólo era dominada por el influjo de Kairós. Para este concepto clásico el equilibrio no era su virtud más elogiosa. Kairós unirá dos mundos en un solo momento, pero tienen que ser dos mundos muy diferentes, totalmente opuestos, tan opuestos que sus propios sentidos dejen ya de serlo para convertirse, ahora, en un ferviente instante de gloria.

(Óleo Pan y Selene, 1605, del pintor manierista alemán Hans von Aachen, Colección privada.)


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