Cada vez que se aproxima una huelga, es rara la ocasión en la que no se cuestiona el papel de los piquetes. Buceemos un poco en el origen de éstos para poder comprender cómo nace esta objeción. A principios del siglo XX, y durante el siglo XIX, los medios de comunicación no eran masivos, por lo que podía convocarse una huelga sin que ésta fuera conocida por la totalidad de la población. De esta manera, la función originaria de los piquetes era informar de la propia existencia de la huelga (de ahí su nombre: piquetes informativos). Sin embargo, actualmente la mayoría de ciudadanos ha recibido, por los distintos medios de comunicación, todo lo relacionado con la huelga, ergo ¿actualmente habría de considerarse innecesaria la figura del piquete? Si la realidad fuera unidimensional y no admitiera más variables, mi respuesta sería que sí. Pero, dada la complejidad actual, se corre el riesgo de que la maleza nos impida ver el bosque.
La huelga es un conflicto, y si se ha llegado a ella es porque las vías de negociación han fracasado o una de ellas se ha impuesto (arbitrariamente) sobre las demás. Bajo esta premisa, se entiende que la huelga es el instrumento por el que una de las partes del conflicto ha apostado, y además será dicha huelga la que, finalmente, predisponga el resultado que no pudo lograrse mediante la negociación. Por tanto, la huelga es un escenario que sirve para medir la correlación de fuerzas de los bandos en conflicto. Es cierto, que se puede ilustrar este conflicto a través de sindicatos y patronal, pero ello supondría incurrir en un reduccionismo, puesto que se trata de algo cuyas implicaciones son mucho mayores.
Por todo ello, el nivel de seguimiento de una huelga determina cual de las partes va a recibir el bastón de mando. Porque, como en un partido de fútbol, habrá un bando vencedor, y ese hecho no debe subestimarse. La CEOE es la primera que no lo hace, y así lo deja ver en sus declaraciones, como éstas concernientes a la huelga del 14N: " (es) inoportuna (la huelga) porque no es el momento de tensionar a la sociedad española, e irresponsable porque afecta directamente a la actividad económica, al empleo y a la imagen exterior de España”[1]. Es evidente que esta frase denota una intencionalidad clara, que se encuentra motivada por unos intereses que dependen, en buena medida, del resultado de la huelga.
Para concluir, hay que reconocer que en algunos piquetes puede haber personas que acaben recurriendo a cierta violencia, generosamente recogida y difundida por los medios de comunicación, pero son incidentes que suelen ser aislados. De la misma manera, también se entiende que los incidentes desagradables son minoritarios en la clase empresarial, como el de aquel inmigrante que perdió el brazo izquierdo y su empresario lo abandonó cerca de un hospital[2]. Lo que no se podrá eliminar nunca, es la situación injusta de la que parte cualquier trabajador desorganizado frente al empresario. Ya que, el asalariado alquilará su fuerza de trabajo al empresario, apropiándose este último de la plusvalía que se genere. A pesar de ello, el ordenamiento jurídico otorga un mayor grado de salvaguarda a la propiedad, que es lo que tiene el empresario, frente a la mermada protección que recibe el trabajo, que es el bien principal del asalariado. Estas características son las que obligan a la parte en desventaja a organizarse.
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[1] http://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-economia-14n-ceoe-asegura-huelga-general-inoportuna-irresponsable-20121109153850.html [2] http://elpais.com/elpais/2009/06/10/actualidad/1244621820_850215.html