Planeta nómada © Greg Stewart / SLAC National Accelerator Laboratory
Artículo publicado por Andy Freeberg el 23 de febrero de 2012 en la Universidad de Stanford
Los planetas nómadas no orbitan estrellas, pero pueden transportar vida bacteriana, dicen los investigadores del Instituto Kavli.
Nuestra galaxia puede estar inundada de planetas sin hogar, vagando por el espacio en lugar de orbitando una estrella.
De hecho, puede haber más de 100 000 veces más “planetas nómadas” que estrellas en la Vía Láctea, de acuerdo con un nuevo estudio realizado por investigadores del Instituto Kavli para Astrofísica y Cosmología (KIPAC), un instituto conjunto de la Universidad de Stanford y el Laboratorio Nacional del Acelerador SLAC.
Si las observaciones confirman la estimación, esta nueva clase de objeto celeste afectará a las actuales teorías de formación planetaria, y podría cambiar nuestra comprensión del origen y abundancia de vida.
“Si alguno de estos planetas nómadas son lo bastante grandes como para tener una atmósfera gruesa, podrían haber atrapado suficiente calor para que existiesen bacterias”, dice Louis Strigari, líder del equipo que informó de los resultados en un artículo enviado a Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Aunque los planetas nómadas no se deleitan con el calor de una estrella, pueden generar calor a través de la desintegración radiactiva interna y la actividad tectónica.
Las búsquedas a lo largo de las dos últimas décadas han identificado más de 500 planetas fuera de nuestro sistema solar, casi todos orbitando estrellas. El año pasado, los investigadores detectaron aproximadamente una docena de planetas nómadas, usando una técnica conocida como microlente gravitatoria, que busca estrellas cuya luz se ve momentáneamente refocalizada por la gravedad de los planetas en tránsito.
La investigación generó pruebas de que había aproximadamente dos nómadas por cada estrella común, conocida como de secuencia principal, en nuestra galaxia. El nuevo estudio estima que los nómadas pueden ser hasta 50 000 veces más comunes que éso.
Para llegar a lo que el propio Strigari llama “número astronómico”, el equipo del KIPAC tuvo en cuenta el conocido tirón gravitatorio de la Vía Láctea, la cantidad de materia disponible para crear tales objetos y cómo esta materia podría repartirse en objetos que varían desde el tamaño de Plutón a mayores que Júpiter. No es una tarea fácil, considerando que nadie está seguro de cómo se forman estos cuerpos. De acuerdo con Strigari, algunos probablemente fueron eyectados de los sistemas solares, pero la investigación indica que no todos podrían haberse formando de esta manera.
“Parafraseando a Dorothy en El Mago de Oz, de ser correcta, esta extrapolación implica que ya no estamos en Kansas, y de hecho nunca estuvimos en Kansas”, dice Alan Boss de la Institución Carnegie para la Ciencia, autor de The Crowded Universe: The Search for Living Planets, quien no estuvo implicado en el estudio. “El universo está repleto de objetos de masa planetaria que no hemos visto, y que ahora somos capaces de detectar”.
Un buen recuento, especialmente de los objetos menores, tendrá que esperar hasta la próxima generación de grandes telescopios de investigación, especialmente el Wide-Field Infrared Survey Telescope en el espacio, y el Large Synoptic Survey Telescope en tierra, ambos con fecha prevista de inicio de operaciones para la década de 2020.
Una confirmación de la estimación podría dar crédito a otra posibilidad mencionada en el artículo – que cuando los planetas nómadas deambulan por sus estrellados pastos, las colisiones podrían dispersar su rebaño microbiano para sembrar la vida en otras partes.
“Pocas áreas de la ciencia han excitado tanto el interés popular y profesional en los últimos tiempos como el predominio de la vida en el universo”, dice el coautor y director de KIPAC Roger Blanford. “Lo maravilloso es que ahora podemos empezar a abordar esta cuestión de manera cuantitativa buscando más de estos antiguos planetas y asteroides que vagan por el espacio interestelar, y especular sobre microbios autoestopistas”.
Otros autores incluyen al miembro de KIPAC Matteo Barnabè y el miembro afiliado a KIPAC Philip Marshall de la Universidad de Oxford. La investigación fue patrocinada por NASA, la Fundación Nacional de Ciencia y la Real Sociedad Astronómica.
Artículo traducido y posteado en Ciencia Kanija, el original se publicó en la Universidad de Stanford, su autor es Andy Freeberg.