LAVANDO EL PELO A MI PADRE
No se puede duchar a causa del cable del gotero, los puntos de la mano. Todo su cuerpo le duele, los hematomas en forma de riñón en uno de sus costados -inflamaciones del color de las ciruelas-, el agarrotamiento de brazos y piernas. Inclina su cabeza sobre la pila, compruebo la temperatura del agua y le rocío con la misma sustancia con la que aclaro los platos. Su pelo se oscurece, del blanco al gris. Me mojo la camiseta sin querer, por accidente. Le enjabono con fuerza porque sé que es la única manera de hacerle sentirse bien. Hubo un tiempo en que yo era lo suficientemente pequeña como para bañarme en esta pila de la cocina, como es natural ya no soy la misma, nuestras células, las que más resisten, solo viven diez años. Recuerdo un anillo de boda junto a la jabonera y la forma en que me arropaba con la toalla. Ahora su anillo está aplastado debido al siniestro y ya no se puede decir que sea un círculo precisamente. Hace unos días estaba revolviendo en el cesto, buscando sus llaves, seguro de que se encontraban allí enterradas, salpicándose con el agua que le di para beber de esta misma pila, buscando el engañoso extremo de la cama, ardiendo de fiebre por los estafilococos. Le seco con rapidez dado que su espalda empieza a sufrir calambres. Le hago sentarse y le froto la cabeza hasta dejarla lo más seca posible. El peine hace rayas donde yo solía practicar el alfabeto.
Denise DuhamelTradución de D. B y D. G