La gallina ciega

Publicado el 27 abril 2011 por Carmentxu

Las gallinas no son las primeras víctimas de las crisis, pero cuando les llegan las primeras espumas de la ola son las que las sufren con más saña. Los primeros en sucumbir son siempre los valientes, los que se enfrentan a la tropelía, los que protestan alto y claman por sus derechos, desdibujados ya entre la bruma y el humo de los gases lacrimógenos. Pero es ésta una derrota parcial porque, siendo como son valientes, se rearman día a día en la retaguardia para la próxima batalla.

Las gallinas, sin embargo, ni siquiera saben que son gallinas, aunque en su feudo avícola rivalicen por los granos de trigo mientras los valientes buscan la mazorca, el cultivo entero, la semilla que hará crecer nuevos campos. Las gallinas, medio ciegas como son, se creen a salvo mientras sigan poniendo huevos sin cacarear en exceso. Esa sumisión las hace masa, de tan iguales entre ellas y, paradójicamente, prescindibles. Tanto como una cápsula deshidratada de caldo concentrado a disolver en un litro de agua.

Max Aub, intelectual proscrito, republicano y humanista (hasta aquí todo correcto), escribió en 1969 La gallina ciega, contra el franquismo, contra los estragos de la desinformación y la falta de cultura de los jóvenes. Aub fue denostado por ello por unos y otros y obviado nuevamente. Las gallinas, como gallinas que son aunque no lo sepan, tienen miedo a vivir sin venda y picotean a quien quiere quitársela, no sea que la luz sea insultante…