Cuenta la fábula que un hombre tenía una gallina que ponía huevos de oro. Y como creyó que dentro de ella encontraría un montón de oro, decidió matarla. Descubrió entonces que por dentro era igual a las demás gallinas.
No contento con recibir huevos de oro diariamente, el ambicioso y atolondrado granjero quiere hacerse de una mayor riqueza con una decisión que parece bastante absurda: matar su fuente de riqueza. La enseñanza es bastante clara, aunque ya he leído más de una interpretación, todos apuntamos más o menos a la misma moraleja.
Está claro que la gallina, sana y feliz, seguiría produciendo huevos mientras viviera. Lo que el granjero en realidad debiera haber hecho para aumentar su riqueza es cuidarla y alimentarla. Muchas veces caemos en la misma tentación del granjero.
Tantas veces, por ejemplo, anteponemos resultados de corto plazo frente a los de largo plazo. Y la mayoría de las veces, terminamos anulando las posibilidades de cumplir nuestras metas de largo plazo, ya que – como en la fábula – agotamos nuestros recursos. Podemos hablar del recurso dinero, y la cantidad de veces que lo gastamos apenas llega a nuestras manos, para adquirir tecnología de punta, ropa de moda, un planazo con amigos o lo que sea que se nos ofrezca tentador, pero que realmente no necesitamos o no se orienta a satisfacer nuestras necesidades más profundas. Pero podemos incluso hablar de energías físicas, o de salud. Tantas veces dejamos de cuidar nuestra salud, sin darnos cuenta que por disfrutar más el ahora, estamos agotando energía para cumplir a futuro ese sueño de escalar una montaña, de tener hijos, de hacer el camino de Santiago, y un sinfin de etcéteras. Y así podemos pensar también en las amistades, en las relaciones familiares, o en cualquier recurso que valoremos. Incluso en nuestro recurso tiempo, cada vez que lo malgastamos y se nos pasa sin cumplir las metas que teníamos.
Cuanto más claro tengamos lo que queremos ser y hacer en la vida, mayores nuestras posibilidades de encaminar nuestras acciones hacia ese rumbo. Por eso es importante dedicar un poco de nuestro tiempo a repasar nuestras metas personales y las acciones que nos llevan a ellas. Si logramos tenerlas bien interiorizadas y muy presentes, podremos vencer la tentación de apresurarnos y tomar malas decisiones – como hizo el granjero, quien evidentemente no se detuvo demasiado a razonar – y evitar anteponer los objetivos de corto plazo frente a esas metas de más largo plazo que más nos importan.
No subestimemos nuestras metas personales ni mucho menos creamos que “llegarán solas”, que hay que ayudarlas en el día a día!