Es inconcebible que una mayoría se someta a una minoría, si con un sólo acto de desobedencia aquella podría emanciparse de ésta. No es sólo el componente ideológico el que determina la esclavitud sino otros factores que suelen en la inmensa mayoría de las ocasiones escaparse de los análisis puramente políticos y económicos los que desencadenan la dependencia mutua entre explotadores-explotados y gobernados-gobernantes.
La dominación va más allá de las relaciones sociales y se inserta en el terreno espiritual y psicológico del individuo como una ausencia y vacio de motivaciones -debido a la atomización- para darle un sentido a la vida que se sustituye en la inmensa mayoría de las ocasiones con relaciones estrictamente de poder (dominado-dominante) camufladas por las convenciones sociales de manera que se puedan adaptar al sistema de dominación reinante y hacerlas pasar por normales cuando lo que están haciendo verdaderamente es reproducir y perpertuar la dictadura ideológica global.
Estas relaciones de poder pertenecen al condicionamiento heredado de nuestros antepasados y pasan casi desapercibidas por los análisis y estudios que se hacen del comportamiento humano ya que estos se centran en el condicionamiento cultural que se ha ido desarrollando durante la historia reciente de la humanidad como la lucha de clases -materialismo histórico- y otro tipo factores externos que han ido alterando las relaciones sociales en el trasncurso y la evolución del ser humano hasta nuestros días con la llegada de la modernidad.
Por lo tanto la dominación va mucho más allá del Estado y el Capital tal como lo conocemos, si bien la existencia de estas instituciones que conforman la organización política y la explotación en el trabajo asalariado del capital permiten implementar con mayor facilidad y eficacia las relaciones de poder, éstas hunden sus raices en un pasado mucho más remoto, cuando todavía no se habían creado las superestructuras de Poder que conformarían el actual sistema de dominación.