Revista Cultura y Ocio

La Girona. La historia del mayor naufragio de la Gran Armada Española de 1588.

Por Armadain @lagranarmada
La Girona. La historia del mayor naufragio de la Gran Armada Española de 1588.

Para algunos fue su primer naufragio, para otros su segundo, para otros su tercero; pero casi para todos fue su naufragio definitivo.

El drama de la galeaza La Girona

El viernes 28 de octubre de 1588, habiendo perdido su timón e intentando ser gobernada únicamente a remo, La Girona, perteneciente a la Gran y Felicísima Armada,se aboca contra las rocas de Lacada Point. Rugen las tablas entre el sonido del temporal.

Unos intentan esperar a la suerte agarrándose a los maderos, otros caen irremediablemente al agua; el barco zozobra, alguien escucha rezar mientras que toma su última bocanada de aire antes de que el agua salada, helada, llene su boca. En su mano porta un anillo de oro regalado unos meses antes por su esposa con la leyenda "no tengo más que darte".

La Girona. La historia del mayor naufragio de la Gran Armada Española de 1588.
El anillo rescatado del pecio de La Girona con la leyenda "No tengo más que darte"

Con los ojos abiertos, desorbitados, mientras se sumerge, ve a otros compañeros haciendo los mismos e inútiles aspavientos que hacen todos aquellos que no saben nadar. Es el fin que comparten mientras siguen cayendo sin cesar cuerpos al agua como una bandada de cormoranes dispuestos a pescar la dolorosa certidumbre de su muerte.

Todos ellos, remeros, soldados, marinos y nobles son ahora mismo iguales y compañeros de destino. Poco importa ahora el brillo del oro de una salamandra alada que refulge bajo el agua.

Un hombre de elevada estatura, fina figura, blanca piel y pelo canoso cae al mar y se une a esta insoportable y macabra danza. Todos lo reconocen a pesar de no haberlo visto nunca tan frágil y vulnerable.

En el momento de la tragedia, la galeaza Girona, construida en Nápoles en 1580 (por aquel entonces territorio español) y cuya dotación original era de 589 hombres embarcaba ahora unos 1150.

Llamada así como homenaje a D. Pedro Téllez-Girón y Velasco, virrey de Nápoles y primer duque de Osuna, su fin parecía irremediable.

La solidaridad de las gentes de mar la había hecho sobrecargarse hasta el límite de su capacidad con los náufragos de la Rata Santa María Encoronada y del Duquesa de Santa Ana, habiendo tenido que dejar abandonados a su suerte a otros 200 marinos y soldados en Killybegs por no poder materialmente embarcarlos

El primer naufragio. La Rata Santa María Encoronada.

Una gran cantidad de nobles iban a bordo. La fama adquirida durante años por Don Alonso Martínez de Leyva como soldado y marino hizo que muchos importantes españoles quisiesen navegar en su Rata Santa María Encoronada arropados por sus grandes dotes de mando.

A pesar de no ser almirante, su superior don Martín de Bertedona apenas tomaba una decisión propia, dejando a Leyva como mando efectivo de su flota.

Leyva, al mando de la Rata Santa María Encoronada (llamada así por su capitán genovés María Ratti), había embarrancado en Tullagham Bay donde había querido dirigirse para reparar las averías de su nave el 17 de septiembre de 1588.

Don Alonso desembarcó su gente sin perder ni uno solo de sus 419 hombres y pegó fuego al navío 4 días más tarde para evitar que cayese en manos de los ingleses.

Los españoles se fortificaron en Doona Castle, cercano al lugar del naufragio y enterándose del fondeo de la Duquesa Santa Ana en Elly Bay, Leyva decidió dirigirse al lugar donde estaba el navío recién llegado.

El segundo naufragio. La Duquesa Santa Ana.

La urca Duquesa Santa Ana, que suma a su tripulación la de la Rata Santa María Encoronada cuenta ahora con más de 770 hombres a bordo.

Tras solo después de dos días de navegación, su sobrecarga, el mucho viento y mar de fondo existente la hace embarrancar el 26 de septiembre en Loughros Mor Bay (Donegal).

Una vez más, Leyva actuó como un auténtico líder y condujo a todos los hombres a una pequeña isla en Kiltoorish Lake y se volvió a fortificar en las ruinas de un castillo en el que montó una ligera pieza de artillería.

Don Alonso, que estaba lesionado en una pierna por la barra de un cabestrante que le golpeó al desembarcar, pensaba mantenerse allí hasta que algún navío pudiese trasladarlos a España.

Al encuentro de La Girona

Días más tarde, gracias a un irlandés, supo que la galeaza Girona se encontraba haciendo reparaciones en el puerto de Killybegs, a unos 28 kilómetros más al sur.

De nuevo levantó el campamento y partió con su tropa de 770 hombres hasta la galeaza. Tras quince días de obras en la Girona, empleando los materiales y aparejos de otro navío español naufragado en las inmediaciones y cuyo nombre desconocemos, la galeaza salió de nuevo a la mar el 26 de octubre rumbo hacia Escocia, evitando el retorno peligroso por el oeste al ir tan sobrecargados con sus 1150 hombres a bordo.

La galeaza Girona era una nave formidable. De tres mástiles de vela latina, naves altas y grandes, poseía dos "castillos", uno a proa y otro a popa, donde iba colocada parte de la artillería, mientras que el resto se situaba entre los bancos de los remeros ( chusma) que estaban a cubierto.

Dotada de un enorme espolón a proa destinado a embestir los barcos enemigos, su estrategia original pasaba por romper las formaciones enemigas y quedarse dentro de ellas ayudando el avance de sus compañeras de flota, una maniobra solo apta para valientes y que ahora era tan solo un recuerdo.

Convertida en un barco de rescate sobrecargado, en el que los hombres viajan hacinados, hambrientos, enfermos y sacudidos por la tempestad, ni siquiera Alonso Martínez de Leyva es capaz de remediar lo inminente.

El tercer naufragio. La Girona.

Solo hubo nueve supervivientes, aunque otros náufragos que llegaron a Ribadeo en enero de 1589 hablaron de siete (tres soldados y cuatro marineros) y sabemos el nombre de dos de ellos, el timonel griego Jorge de Nicolo de Zante, que obtuvo a su regreso a España una ayuda de 100 ducados, y otro, un tal Diego de Sevilla que llegó al puerto de Ribadeo meses más tarde.

La tradición local, que ha mantenido viva la memoria de aquellos desdichados españoles, atribuye el apellido Morning a uno de los supervivientes de La Girona, cuando, encontrando a un hombre desconcertado y desnudo a la mañana siguiente del naufragio le llamaron Adam (en referencia a Adán) Morning (El Adán de la mañana).

Los cuerpos de la mayoría de los fallecidos ese día se encuentran muy posiblemente en una fosa situada en el cementerio de St. Cuthbert's Church, donde recientes trabajos arqueológicos no invasivos revelan una zona muy hundida y hueca con todas las características que habría esperar de un gran enterramiento común.

A España llegaron después de los hechos noticias contradictorias. El capitán de la nao Nuestra Señora de Begoña, Juan Gutiérrez de Garibay informa a su llegada a Cangas en octubre que Leyva estaba preso junto con dos caballeros más cerca de Galway.

También llegan a España un puñado de cartas de Leyva en manos de Martín de Igueldo que dice le entregó un irlandés y que, quizá, escribiera Leyva cuando estaba fortificado en Doona Castle.

Los primeros avisos verídicos sobra la suerte de la Girona fueron proporcionados por soldados y marinos de la Trinidad Valenzera, llegados a Le Havre procedentes de Escocia y que Marolín de Juan comunicó a Madrid el 27 de diciembre de 1588.

La triste noticia se confirma por cartas recibidas desde Inglaterra y Flandes. La confusión reinante sobre la suerte de Leyva obliga a montar una operación con dos navíos a cargo del capitán Miguel de Esquivel para averiguar lo realmente sucedido, operación que se suspende ante la evidencia de la tragedia.

El 10 de febrero de 1589, Felipe II concede la encomienda de Alcuéscar de la orden de Santiago al hijo mayor de Alonso Martínez de Leyva en honor a la memoria de su padre y en gratitud a sus servicios.

Hoy, la Gran Armada Española de 1588 revive y ayuda al desarrollo rural de las comunidades irlandesas que comparten esta historia con nosotros, demostrando que su épica y su drama no fue en balde y que en su memoria un nuevo horizonte es posible.

Este artículo fue escrito para documentar a la asociación La Girona Gold de Irlanda del Norte en Portballintrae y está dedicado a ellos.

Bibliografía
-La Batalla del Mar Océano. José Ignacio González-Aller Hierro y otros. Armada Española. 2013


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