La globalizacion nos empobrece y perdemos diversidad

Por Jose Luis Vivero Pol

Perdemos diversidad de comida, lenguas, canciones pop y animales. Estamos globalizados pero uniformes, embrutecidos y empobrecidos.
El mundo es diverso y colorido a pesar de que el ser humano insiste en homogeneizarlo, encasillarlo en formatos estándar y reducir su variedad a cantidades mínimas, manejables y, sobre todo, monetizables. Lo diverso es más difícil de vender y monopolizar que lo escaso y uniforme. Cada vez hay más ejemplos de este empobrecimiento: la agro-biodiversidad se está perdiendo a un ritmo alarmante y con ello se empobrece nuestra comida, nuestra cultura y nuestra economía. Esta pérdida plantea cuestiones éticas, políticas y estratégicas, pues estamos hipotecando la Seguridad Alimentaria de las generaciones presentes y futuras; la Soberanía Nacional, al pasar a depender de los alimentos producidos por otros países; y la propia Seguridad Mundial, al reducir la variabilidad de genes y especies tan fundamental para generar variedades mas productivas y resilientes a los tremendos cambios climáticos que se avecinan.
El reforzamiento de la Soberanía Nacional Alimentaria pasa por hacernos menos dependientes de alimentos importados y menos vulnerables a plagas y enfermedades. También pasa por valorizar la producción local y los productos frescos, por tener cultivos mas resilientes al cambio climático y un consumo menos dependiente de los oligopolios alimentarios, que suelen ser compañías extranjeras cuyo interés no es precisamente alimentar a nuestra población. Garantizar la alimentación de los ciudadanos es un objetivo estratégico y la suficiencia alimentaria en muchos productos debería ser un objetivo prioritario del Gobierno. Pero no hablamos solo de comida, ya que hay otras diversidades que también se están empobreciendo: por ejemplo, cada vez se hablan menos lenguas entre los seres humanos y cada vez tenemos una música menos diversa, todos ellos signos evidentes de que nos empobrecemos culturalmente. Seguro que ustedes han oído hablar de la perdida de biodiversidad, pero tal vez no sepan su magnitud: desaparecen 200 especies de animales y plantas cada día, a un ritmo endiablado que ya se conoce como la séptima extinción planetaria. Nos hacemos más tecnológicos, pero perdemos cultura y compañeros de viaje. Nos aproximamos cada vez mas a un pensamiento de maquina y menos de ser humano. Reverenciamos la economía sin estar al servicio del bienestar social, sin estar limitada por la ética y los valores. Dicho en pocas palabras, nos embrutecemos como cultura, nos empobrecemos como especie y nos hacemos grises, a pesar de que estamos cada vez mas conectados y mas globalizados.
La Diversidad, ya sea agronómica, biológica, cultural, alimentaria, lingüística, tecnológica, o de conocimientos es absolutamente necesaria para tener amplias opciones donde elegir y mantener la capacidad de adaptación a condiciones ambientales y a necesidades humanas cambiantes e impredecibles. Mantener la diversidad reduce la vulnerabilidad y proporciona resiliencia. Y el cambio climático va a ser una dura prueba donde vamos a necesitar mucha diversidad.
El darwinismo económico y la ley del más fuerte, que se manifiestan en un crecimiento sin límite, oligopolios y absorciones, han liderado el movimiento de reducción de diversidad durante todo el siglo XX. La globalización de este sistema económico ha llevado a la reducción de la diversidad de empresas (creando transnacionales y bancos demasiados grandes para quebrar), a la simplificación de la oferta de productos y la eliminación de la competencia. Los efectos colaterales de esta competitividad económica han sido la reducción de biodiversidad, de especies que alimentan al hombre, de variedades de tomates y manzanas en el supermercado, de superficie de bosque y de lenguas que se hablan en el planeta. Es fácil identificar el siglo XX con la globalización y el capitalismo, pero también con la uniformidad, que favorecía la producción en masa y facilitaba el transporte, al mismo tiempo que nos volvía vulnerables a los shocks externos y al poder de los oligopolios que controlaban y favorecían esa uniformidad.
La uniformidad lleva aparejada una notable falta de sostenibilidad, pues la naturaleza del planeta donde habitamos y en el cual queremos imponer con calzador esta homogeneización, es diversa, múltiple, cambiante y favorecedora de esa diversidad. Por tanto, hay una fuerte tensión entre la uniformidad que quiere imponer el hombre y la diversidad de nuestro planeta. Antes ganaba la Naturaleza casi siempre, pero ahora parece que esta perdiendo la batalla ante el empuje de la sociedad y su tecnología
Mientras el siglo XX fue el siglo de la uniformidad y del crecimiento insostenible, el siglo XXI puede y debe ser, si queremos que la humanidad tenga un futuro, el siglo de la diversidad y el desarrollo sostenible, un desarrollo diverso que vaya en sintonía y copie los procesos favorecedores de diversidad de nuestra Tierra. La ciencia y la tecnología del siglo XXI, que están construyéndose ahora mismo, deben ser ciencias y tecnologías de la diversidad, donde los sistemas de conocimientos tradicionales informales y los más modernos avances científicos se sumen y complementen en la consecución de un mundo en el que convivan y se enriquezcan las diversas culturas, conocimientos e identidades de nuestras sociedades y nuestros pueblos.
Nunca como hasta ahora ha tenido el ser humano en sus manos las llaves del futuro de la humanidad, y nunca como hasta ahora ha dejado relegada la filosofía, las humanidades, la moral y la ética a un segundo plano. No podemos conformarnos con tapar agujeros o poner remiendos, que es lo que pretende la nueva economía (capitalista) verde. El futuro de nuestros hijos en un planeta sostenible debe ser la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, y no podemos ni debemos eludirla ni dejarla en manos del azar. Ni mucho menos en manos de la economía sin valores o del mercado sin alma. Recuerden lo de arriba, la séptima extinción. Y recuerden que sin diversidad no tenemos opciones. Nos haremos grises, y nos extinguiremos homegea y aburridamente.