La Gran Apuesta, incetivada por la estupidez

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

Este inicio de año el cine nos está dando en la masa encefálica con temas de informática, mercadotécnica y ahora hasta de finanzas. Al paso en que vamos, siguen clases de filosofía, matemáticas y teología.

Como lo he dado a conocer en varias ocasiones. Tijuana es una ciudad fronteriza con Estados Unidos, y uno de los beneficios es poder mirar canales de televisión de dicho país, eso, y otros detalles no tan positivos. Recuerdo que en aquel lejano 2006, hubo un reportaje sobre una pareja que vendió su casa para irse a vivir a Montana. Los reporteros se mofaban de tan mala decisión porque no podían creer que intercambiaban el estilo de vida del paradisíaco San Diego, California, por el de un rancho polvoriento. Semana tras semana, era una noticia tras otra de como el precio de la vivienda subía tanto, que muchos optaban por mudarse de la ciudad para sacar una jugosa ganancia. En eso entonces, los costos de vivienda estaban hasta las nubes y todos pensaban que jamás se detendrían porque el sector inmobiliario era un pilar estructural de la base económica del país. El resto es historia conocida.

No es sencillo relatar un capítulo sobre el lado oscuro del capitalismo. Digamos que es por la complejidad natural de las finanzas, pero sobretodo porque duele a muchas personas que sufrieron tremendamente por la avaricia de uno pocos que hicieron basura un sistema desregulado, corrupto y fraudulento, lo que hace de este filme una experiencia no tan fácil de recordar. Es por eso que considero esta película un milagro, tanto en su concepción, desarrollo y misión en dar a conocer el origen de una historia que aún estamos viviendo.

La trama del filme es básicamente seguir a un grupo de individuos mientras descubren que el sistema financiero está a punto de irse al caño. Tenemos el genio Michael Burry (Christian Bale) encontrando los hoyos negros en los prestamos hipotecarios; el advenedizo Jared Vennett (Ryan Gosling), quien descubre por casualidad la oportunidad de hacer dinero vendiendo apuestas en contra del sistema; un par de jóvenes inversionistas que se divierte haciendo dinero, junto con su mentor y otra vez productor Brad Pitt; y por último Mark Baum (Steve Carell), como la conciencia y prácticamente quien reacciona ante lo desagradable que es el mercado financiero.

Este grupo no podría ser de lo más carismático que Hollywood puede ofrecer. En verdad, una cosa es que el director indique como debe de ser el personaje, pero otra es ver como cada quien pone su mejor empeño para hacer de ellos algo único y trascendente. Quien justamente recibe mis aplausos y merecidas nominaciones es un Christian Bale, quien de nuevo da cátedra como uno de los mejores actores en la actualidad. Nada de porquerías como en Terminator, en serio que este hombre te atrapa con su personaje, y no te suelta hasta que termina la escena.

El filme no se anda con rodeos y desde el inicio busca imponer condiciones con una narración energética, interactiva e inteligente. Tiene noción que los términos financieros son parte de un lenguaje extraterrestre, y por lo tanto el libreto de Charles Randolph y Adam McKay, utiliza todo a su alcance para hacerlo digerible. Y que mejor que imponer la figura de Gosling para seducir al público femenino, mientras relata las complejidades de la hipoteca. O que tal Margot Robbie en una tina de baño explicando los créditos subprime, ¿acaso no suena encantador? Pues lo es, y lo que hace increíble que a pesar del tono chusco que puedan parecer las escenas, jamás se pierde la seriedad respecto a las consecuencias.

Lo sorprendente es que el filme proviene de un director ignorado, con una filmografía que incluye las comedias de Anchorman, y el resto que tienen como fachada al actor Will Ferrell. No hay nada malo de haber vivido de tal legado, porque el hombre tiene que comer, solo que esta vez logra algo tan raro y único con su película; que no te queda otra más que aplaudir. Fiel a su estilo, la edición es su principal arma, pero en vez de buscar siempre el impacto con el fin de comedia, esta vez lo utiliza para marcar limites con sus tres objetivos: informar, entretener, y conmover. El detalle es que corre un enorme riesgo al momento de mezclar cada uno de los objetivos en una misma escena. Y lo hace, una, y otra, y otra vez. La fórmula no es nueva, pero es tan, tan, difícil de lograr una especie de equilibrio en donde todo se vuelva armonía, y no ruidos pretendiendo tener ritmo.

Me sorprendería que el filme gane algo de relevancia, más allá de sus nominaciones, porque el tema que trata pega en el psique de una cultura impulsada por el dinero. Como la mayoría de los filmes con problemáticas antipatrióticas, esta película tiende a desaparecer por la terquedad de gente que piensa que Estados Unidos es el mejor país del mundo y que todo es perfecto. No importa cuanto sufrimiento cause la avaricia de unos pocos, pero si existe la posibilidad de gozar de una vida como la del 1%, entonces vale la pena continuar hasta quedarse sin dientes y alma.

Por eso le advierto al cinéfilo que gusta del cine casual de Hollywood, que por favor se aleje de ‘La Gran Apuesta’. No voy a desgastarme en defender un producto indigerible, porque lo es. Su naturaleza con términos financieros la hace un pedazo de chicharrón atorado en la garganta. Podrá saber delicioso, pero los malestares son inevitables, y van ha sufrir con el contenido. ¡No vale la pena! ¡Aléjense! Porque lo único que hará en ustedes es provocar un rechazo que durará por años. Ahora, si piensan que están preparados para lo que es cine, con todo y sus complejidades. Pues sean bienvenidos, porque el viaje es uno difícil de olvidar.