Refinada y sobria, la última película de Paolo Sorrentino es una invitación al deleite visual. Los planos, la dirección de fotografía y la estética que sugieren las imágenes son de un calibre altísimo. La historia, elegante aunque con excesos que pueden hacer perder el interés en ella, cuenta con unos cuantos pasajes extrañamente hipnóticos.En La gran belleza hay una introducción que parece justificar el visionado del film para aquellos que no la disfruten. Una apertura poética con un leve panorama de Roma, seguido de una de las mejores secuencias de fiesta de los últimos tiempos, en donde la combinación entre la música (con el rémix Far L’amore de Bob Sinclair y Raffaella Carra que motiva e incentiva a pleno) y el desenfreno de los participantes de la celebración juegan una pasada impactante.A lo Fellini, Sorrentino desmenuza temores y deseos del ser humano, en una narración en la que la palabra decepción parece ser el denominador común en cada individuo. Jep Gambardella (un enorme Toni Servillo) es un escritor que ha sabido cosechar una obra literaria suprema, pero en la actualidad de la proyección parece moverse sin demasiado optimismo, asistiendo asiduamente a reuniones, cenas y juergas con sujetos que sufren la misma crisis de la mediana edad que nuestro protagonista. En diálogos que parecen más bien lecciones dialécticas, la melancolía y el desencanto por una “dolce vita” que en verdad se presume vacía prevalecen con notoriedad.
LO MEJOR:la estética, impecablemente filmada, la fotografía y los planos. Diálogos inteligentes, brillante actuación de Servillo.LO PEOR:extensa y de a ratos tan repetitiva que hace perder el atractivo.
PUNTAJE:7,3