Entre medias existe una pregunta, la misma que da el título a la película, la misma que se pregunta Jep y la misma que se pregunta Sorrentino, y que todo ser humano se pregunta a sí mismo: ¿Dónde reside La Gran Belleza? Ya, desde el soberbio arranque de la película, observamos que estamos hablando de una Roma de contrastes. Un grupo de turistas japoneses observa las infraestructuras romanas, mientras que un coro canta temas de resonancia angelical. Uno de los turistas se separa del grupo, observa toda Roma a sus pies, y cae rendido al suelo observando toda esa belleza que es incapaz de asimilar. Cae la noche, la música suena de manera atronadora, y no podía ser más vulgar. Ahí se mezcla esa alta sociedad, esos personajes que son tan Fellinianos, que creyendo conocer la respuesta a todo se dejan caer rendidos ante la ordinariez de la fiesta, ante el divertimento más banal ofrecido por las drogas y el alcohol. Acaba la fiesta, llega la mañana y Jep pide a su criada que le despierte a las tres. Con ella y con la directora de su revista, son con las únicas personas con las que tiene una relación humana. Una directora que además es una enana, como bello contraste a esa alta sociedad, esa élite a la que pertenece Gambardella. Dos personajes que parecen salidos de una obra de Browning, pero que son los más reales de la película, más que el propio Gambardella.
Porque Gambardella tiene sesenta y cinco años, hace cuarenta años que escribió una novela, y no ha vuelto a realizar nada más que entrevistas. Se encuentra perdido por completo, como si todavía fuera un niño que renuncia a crecer, sintiéndose satisfecho simplemente con lo que ha elegido vivir. Pero es entonces cuando se da cuenta de que apenas tiene tiempo para creer en el futuro y que necesita volver a la nostalgia para comprender el significado de su vida, cuando todo empieza a centrarse en esa búsqueda de La Gran Belleza. El arte es quizá el símbolo en el que más enfatiza en la película. De nuevo vuelven los contrastes, los de la Roma clásica, con esa Fontana Di Trevi alrededor de la cual Gambardella pasea en mitad de la noche con una mujer de exuberante belleza "quirofantástica", con la que sólo desea acostarse. Enfrentando directamente a la inmensa estupidez que rezuman actos de supuestos post-modernos que esa élite observa con perplejidad. Una mujer desnuda, con un martillo y una hoz pintados en su vello púbico empotrándose contra una pared. Una niña cabreada tirando botes de pinturas contra una lona blanca. Mil interpretaciones y una sola pregunta que pasa por la mente del protagonista, ¿qué significado tiene todo esto?
Gambardella busca comprender su mundo, un mundo lleno de cinismo y mentiras. Una compañera habla de lo duro que es para que ella la maternidad y de los sacrificios que tiene hacer por mantener a sus hijos. Entonces el protagonista le tira toda esa hipocresía en la cara, ¿qué sacrificio existe cuando no hay tiempo ni de ver a tus propios hijos? ¿Cómo un ser humano puede comprender su vida, renunciando a ella? Poco a poco Gambardella va siendo consciente de su soledad, la muerte le tiene que rodear para que se percate de ello, y su mirada sobrecoge. De repente el protagonista se percata de que es un hombre de sesenta y cinco años, que ya no es el niño que deseaba ser, es un ser solitario que es incapaz de entender el significado de todo lo que ha vivido, que observa alrededor y no entiende nada de lo que ve. Se encuentra completamente perdido y es incapaz de hallar respuestas, se acerca a un mago y le pregunta si sabe la forma de hacerle desaparecer. Y sus palabras estremecen, porque de repente todo comienza a tener sentido.
Todo lo que durante cuarenta años ha vivido Gambardella, desde la publicación de su novela, no le ha servido para nada. Porque esa búsqueda de la gran belleza, tan necesaria en él para comprender su propia existencia, se ve reducida al no haber sido capaz de entenderla cuando la tenía frente a sus ojos. Así, la muerte es lo único capaz de llevarle a comprender que la gran belleza se encuentra en una playa, ante los ojos de un primer amor. Que toda vida su reduce simplemente a ese pequeño detalle, que en cierto momento pudo pasar inadvertido ante sus ojos. Porque Sorrentino, habla, al fin y al cabo, de que La Gran Belleza se encuentra a nuestro lado sin que nos demos cuenta, y nos la representa con un hermosísimo plano secuencia final que recorre el río Tíber. No sabemos cuanta vida le quedará a Gambardella, a sus sesenta y cinco años es posible que se siga sintiendo joven, quizá espiritualmente nunca haya envejecido, pero la necesidad de buscar sentido a su vida y a la vez encontrarlo, también nos habla de que el personaje, por fin, se muestra completamente preparado para morir. Porque Gambardella es una Roma moribunda, perdida en la esperpéntica herencia de Berlusconi, que pide a gritos la necesidad de mirar atrás en su larga historia, para encontrar la belleza en cada uno de esos rincones que tan sólo los turistas parecen saber apreciar, mientras que esa alta sociedad, que vive perdida en su esnobismo, se ciega ante aquellos sinsentidos a los que imperiosamente necesitan dotar de significado.