A esos fenómenos novedosos hay que agregar una especie de relanzamiento exitoso de Ciudadanos, que, con su atractivo líder Albertr Rivera al frente, desborda las fronteras catalanas y se expande por toda España, además de otros partidos que se presentan como originales y limpios, como Escaños en Blanco y algunos otros menos conocidos.
Muchos "ortodoxos" o "guardianes" de la democracia sentimos unas ganas inmensas de dar una lección inolvidable a los grandes partidos y convertirlos en pequeños con nuestro voto. Ellos han tenido demasiado poder y apoyo masivo, pero han desaprovechado esa energía y han traicionado a la democracia y a los ciudadanos, construyendo una sociedad injusta y corrupta que genera asco y que ha convertido a España en un país pobre, conflictivo y sin peso ni prestigio internacional.
Algunos se preguntarán ¿Por qué esas nuevas opciones constituyen hoy la "gran esperanza" de la política española? La respuesta es sencilla y clara: son la única vía existente para acabar con el casi invencible monopolio de la política que ejercen en España el PSOE y el PP, escoltados por partidos cómplices que operan como reservas, marcas blancas o parásitos adscritos al sistema, entre los que cabe mencionar a Izquierda Unida y los nacionalismos vasco y catalán, entre otros.
La esperanza es tan grande y las ganas de regenerar España tan intensas que muchos estamos observando con lupa y a diario la marcha del proceso de crecimiento de las nuevas opciones, temiendo que una vez mas sean infiltradas, traicionadas o castradas por los grandes partidos, lo que causaría una frustración de gran intensidad en una ciudadanía que ya se siente tan asqueada y traicionada por los políticos que está al borde de la rebelión.
Las estadísticas dicen que hay casi 20 millones de españoles descontentos, indignados con la injusticia, el abuso de poder y la corrupción que han impuesto al unísono las izquierdas y las derechas. Las encuestas reflejan datos escalofriantes que en cualquier país democrático, menos en España, habrían provocado dimisiones en masa y una refundación de la democracia. Nos referimos a señalar a los políticos como el segundo gran problema del país, después del desempleo, y la existencia de un 80 por ciento de ciudadanos que admite que desconfía de la clase política y que quiere cambiar de algún modo la pocilga española.
La situación creada por los políticos tradicionales es tan injusta e indecente, con tantas familias al borde de la desesperación y la nación tan resquebrajada y descontenta que las nuevas opciones se han convertido en la única esperanza de regeneración. La gente, que ha vivido engañada creyendo que castigar a la derecha votando a la izquierda o al reves era la solución, está aprendiendo una verdad que es sustancial en política: los mismos que han destruido el país no pueden arreglarlo.
Los viejos partidos que han malgobernado España son los culpables de la situación catastrófica del país y deben pagarlo en las urnas, que es el único espacio de poder que le queda en España a unos ciudadanos que han sido marginados de la política y mantenidos al margen del gran festín de los canallas y los corruptos impunes, obligados a contemplar impotentes como saqueaban las cajas de ahorro, como los estafadores y ladrones se escapan de la Justicia llevándose el botín y como les eran arrebatados derechos y servicios conquistados en el pasado.
Millones de españoles saben que les ha llegado la hora de la revancha.