Igual os estoy haciendo un poco de batiburrillo, sobre todo si no tenéis la menor idea del argumento de La Gran Familia Española. ¿Qué tendrá que ver la final del mundial con esta película? Pues que resulta que la última obra de Sánchez Arévalo transcurre en un solo día, el día de la boda de Efraín, el hermano pequeño de una gran familia, que, por suerte o por desgracia para él, tiene que lidiar con que su boda haya coincidido con el partido de la final del mundial de Sudáfrica.
Todavía sigo pensando que como Primos no hay otra igual, pero que Primos fuera la obra maestra de Daniel no quita para que la que le ha seguido, que ha sido esta, no sea, en algunos casos, un poquito más de lo mismo (el personaje de Quim Gutiérrez y ese maravilloso pequeño personaje que le ha tocado a Raúl Arévalo parecen un poquito primos lejanos), pero otra manera completamente diferente de hablar sobre el amor y sobre la familia.
El estilo en la realización de Sánchez Arévalo ha sufrido una evolución y en La Gran Familia Española deja claro que su cine va teniendo progresivamente un estilo particular y reconocible. Por otro lado, vuelve a demostrar que es un gran director de actores y que sabe sacar de ellos una forma de transmitir emociones muy especial. En esta película, concretamente, me han sorprendido, por encima del resto, las interpretaciones de Antonio de la Torre (qué raro, Antonio de la Torre sorprendiendo, ¡si es lo único que sabe hacer) y el de Verónica Echegui, a quien no veía yo tan suelta y tan a gusto desde La Juani, aunque este papel sea todo lo contrario.
¿Es posible ser feliz viviendo en una mentira? ¿Un partido de fútbol nos puede hacer olvidar el resto de fracasos? ¿El empeño que se pone en una relación puede salvarla? ¿Puede el amor cambiarlo todo? Para encontrar respuesta a estas preguntas lo mejor es que le deis una oportunidad a la Gran Familia Española, que es todo un copón de película.