La gran inundación de 1636

Por Vallisoletvm @vallisoletvm

Todo el que haya paseado por la avenida de Santa Teresa se habrá interesado por un letrero de piedra embutido en una pared del convento de Santa Teresa, que dice: Aquí llegó Pisuerga en 4 de Febrero de 1636. Alabado sea el Santísimo Sacramento. Es la marca de uno de los Guinnes de nuestra ciudad.El lunes cuatro de Febrero de 1636,  entre las nueve y las diez de la mañana, comenzó a oirse un gran alboroto en la ciudad. Unos venían corriendo y gritando que el Pisuerga estaba creciendo con una rapidez desconocida, para encontrarse con otros que también corrían y llegaban de dirección opuesta voceando que llegaba un andalubio -voz de Tierra de Campos-  por la Esguevas.Fueron muchos los que hicieron lo propio y salieron a la carretera, abandonando casas y haciendas, para buscar refugio en los lugares más altos de la ciudad, como era la puerta de la Catedral. Otros, en cambio, se resistieron a dejar sus posesiones sin dueño, pensando que la cosa no iba a ser para tanto. El Ayuntamiento, por si acaso, lanzó a sus pregoneros por las calles, a ordenar el desalojo de todas las casas situadas en el trayecto de las Esguevas.

Ilustración de Ana Rdguez Manteca, Pedro Sainz Guerra,  Rafael Vega

El Pisuerga creció tanto que tapó por completo el Puente Mayor. Sus aguas entraron en la ciudad, río arriba, por los cauces de las Esguevas, encontrándose con la avenida que llegaba de Renedo. El choque entre ambas corrientes provocó una subida rapidísima de las aguas, que alcanzaron el primer piso de las casas edificadas en las zonas más bajas, la Platería, el Val y la Rinconada.Valladolid estaba hecha fundamentalmente de barro, de adobe, y las casas comenzaron a resentirse, los que se quedaron dentro clamaban a Dios que las gentes les socorriesen. El rescate se hizo como se pudo y según la altura de las aguas, con caballos, con barcas, o a cuestas de los más jóvenes y atrevidos.El día cinco comenzaron a bajar las aguas. Las calles estaban llenas de bascosidades y barro. Doscientas casas -según la información- se derrumbaron, matando por aplastamiento a ciento cincuenta vecinos que no habían querido separarse de sus muebles.¿Se creían que con el incendio de 1561 se habían terminado las desgracias? Pues no, otra vez a reconstruir la ciudad.-Fuente: Anecdotario Histórico de Valladolid. Anastasio Rojo Vega