Renata Ersilia Clotilde Tebaldi nació el 1 de febrero de 1922 en la localidad italiana de Pésaro. Su padre, Teobaldo Tebaldi, fue un violoncelista poco conocido que abandonó a su esposa, Giuseppina Barbieri y a su hija cuando Renata era solamente una niña. Langhirano se convirtió entonces en el nuevo hogar de ambas. Con tres años, Renata contrajo poliomelitis que le impidió realizar muchas actividades físicas propias de tu edad. Pero su madre tenía pensada para ella algo más tranquilo para ocupar el tiempo. Giuseppina había soñado siempre con ser cantante pero las circunstancias de su vida se lo impidieron y terminó convirtiéndose en enfermera. Muy probablemente volcó en su hija sus sueños y desde pequeña la acercó al mundo de la música. Así, pronto empezó a cantar en el coro de la iglesia local y a recibir clases de piano.
Renata Tebaldi cantaba en público por primera vez en Urbino. De allí continuó su carrera en otras localidades italianas como Parma o Milán donde en 1946 tuvo su gran oportunidad al participar en el concierto de reapertura de la Scala tras el largo silencio provocado por la contienda mundial.
La carrera de Renata fue ya imparable. Desde distintos templos de la ópera italianos como los de Florencia o Roma, hasta los lejanos de San Francisco, Nueva York o Buenos Aires, convertida en diva, Renata Tebaldi interpretó con gran belleza óperas de Verdi, Wagner o Händel.
Renata Tebaldi nunca se casó, si bien tuvo algunas relaciones, algunas con hombres casados, que nunca llegaron a afianzarse. Cuando en 1973 se despedía oficialmente del mundo de la música en el Metropolitan de Nueva York, no se desligó del todo del mundo de la lírica. Aún continuaría dando algún recital y su última actuación fue en la Scala de Milán, de donde había nacido aquella gran dama de la ópera.
En Milán permaneció durante muchos años. Un cáncer se la llevaba para siempre el 19 de diciembre de 2004 en su casa de San Marino.