La Gran Vía que no verán los Reyes

Publicado el 05 abril 2010 por Felipe @azulmanchego

NADA MENOS QUE a los Reyes ha conseguido "fichar" el alcalde Gallardón para celebrar el centenario de su calle más representativa. La celebración: monolito, visita a la Casa del Libro y discursos en el edificio del Área de Economía y Empleo, en Gran Vía 24, se hará sin grandes alardes escenográficos y sin excesos. Un recorrido poco ostentoso, acorde con los tiempos de crisis económica que aún nos toca sufrir.
La visita de don Juan Carlos al mismo sitio, más o menos, que pisó su abuelo hace un siglo, nos dejará la insólita imagen de una Gran Vía huérfana de coches en un día laborable y sin el trasiego habitual de la gente. Porque la Gran Vía, no nos engañemos, son sus edificios, claro que sí, pero es sobre todo la muchedumbre que de forma incansable la transita. Están los ocasionales, que van y vienen, y están también los habituales. Protagonistas inseparables de este abigarrado paisaje urbano como barrenderos, músicos callejeros, loteros, camareros, vendedores, quiosqueros, manteros, comerciantes, taquilleros, proyeccionistas, acomodadores, descuideros, putas... La Gran Vía, en definitiva, un día cualquiera.


Todos ellos serán desplazados para dar paso a la amplia comitiva oficial que viene a celebrar los fastos del centenario. Durante su paseo, los Reyes tampoco podrán ver al "poeta" de la Gran Vía que, sentado a las puertas de la Casa del Libro, regala versos "por la voluntad". Tampoco verán a los pintorescos hermanos Alcázar (los heavies Emilio y José) apostados durante horas, sobre todo por la tarde-noche, frente a la tienda de Bershka que antes fue el Madrid Rock. El séquito ni siquiera podrá ser obsequiado con un refrigerio en la no menos legendaria cafetería Zahara, cerrada a cal y canto después de casi medio siglo de frenética actividad. Tampoco tendrán ya muchos cines a los que ir aunque, a cambio, dispondrán de todas las tiendas de ropa que puedan imaginar.

Los Reyes, en fin, no se asomarán a la parte de atrás de la Gran Vía. No transitarán por Ballesta y Desengaño que, sin ser ya la zona canalla que fue, aún conserva ese estigma de parte de la casa que no se puede enseñar a los invitados para no contrariarles. Y es que la Gran Vía, mal que nos pese, también es su parte trasera: con sus putas, sus sórdidos hostales y su falta de equipamientos públicos. Es una realidad menos glamurosa, apenas a 50 metros del séquito oficial.