Hace casi un año escribí una entrada en la que comentaba el lamentable papel que Francia había jugado en la II Guerra Mundial y, a raíz de ese papel y el más que patente colaboracionismo, los Aliados la habían excluído de las potencias vencedoras y con ello de las sucesivas reuniones que configurarían la posguerra. También había comentado como la coyuntura de la guerra fría había situado a Francia de nuevo como potencia ocupante de la Alemania vencida y cómo su incapacidad para desarmar y desmantelar Alemania, plan que no compartían los angloamericanos, le había conducido a un ingenioso plan B. Si Francia no podía eliminar el problema alemán, lo internacionalizaría. Si Francia no podía disponer de los recursos alemanes (para evitar que éstos sirvieran a un hipotético resurgir del poderío alemán) los pondría bajo un proyecto común para instrumentalizarlos, es decir, Francia se disponía a europeizar el problema alemán.Francia tuvo un aliado de excepción para este proceso: Inglaterra. Si bien Inglaterra iba a ser un aliado por omisión más que por acción. En el continente a nadie se le escapaba que Inglaterra era el único país en enfrentarse y resistir en solitario, al menos unos años, al coloso hitleriano en su máximo apogeo. Y ello le confería un prestigio que ningún país continental podía igualar, y menos Francia que había caído en seis semanas. Por ello si el incipiente y vago proceso europeizador comenzaba a andar ningún país europeo le iba a negar a Inglaterra el liderazgo del mismo. Pero Inglaterra tenía otros planes a pesar de los discursos en pro del europeísmo del primer ministro británico Winston Churchill. Inglaterra había vuelto sus ojos a su imperio, ignorando la inercia de los tiempos, pensaba que podría mantener el Imperio bajo la sábana de la Commonwealth, es decir, crear una comunidad de estados independientes pero fuertemente dependientes del Gobierno de Su Majestad. El fracaso que esto supuso no es desconocido, por ello cuando el Mercado Común comenzó a dar sus frutos, Inglaterra se embarcó en otro fracaso: la EFTA. Fiel a su tradición librecambista de crear solo un mercado y no ir más allá en un determinado proceso de integración, Inglaterra se asoció con una serie de países inconexos y heterogéneos de la Europa periférica para crear un libre mercado: sería la Asociación europea de libre comercio que englobaba a Portugal, Suiza, UK y los países escandinavos con Islandia, vamos el sumun de la integración.
La grandeur perdida II: Europa es la solución.
Publicado el 07 abril 2010 por Englishman @englandcourantHace casi un año escribí una entrada en la que comentaba el lamentable papel que Francia había jugado en la II Guerra Mundial y, a raíz de ese papel y el más que patente colaboracionismo, los Aliados la habían excluído de las potencias vencedoras y con ello de las sucesivas reuniones que configurarían la posguerra. También había comentado como la coyuntura de la guerra fría había situado a Francia de nuevo como potencia ocupante de la Alemania vencida y cómo su incapacidad para desarmar y desmantelar Alemania, plan que no compartían los angloamericanos, le había conducido a un ingenioso plan B. Si Francia no podía eliminar el problema alemán, lo internacionalizaría. Si Francia no podía disponer de los recursos alemanes (para evitar que éstos sirvieran a un hipotético resurgir del poderío alemán) los pondría bajo un proyecto común para instrumentalizarlos, es decir, Francia se disponía a europeizar el problema alemán.Francia tuvo un aliado de excepción para este proceso: Inglaterra. Si bien Inglaterra iba a ser un aliado por omisión más que por acción. En el continente a nadie se le escapaba que Inglaterra era el único país en enfrentarse y resistir en solitario, al menos unos años, al coloso hitleriano en su máximo apogeo. Y ello le confería un prestigio que ningún país continental podía igualar, y menos Francia que había caído en seis semanas. Por ello si el incipiente y vago proceso europeizador comenzaba a andar ningún país europeo le iba a negar a Inglaterra el liderazgo del mismo. Pero Inglaterra tenía otros planes a pesar de los discursos en pro del europeísmo del primer ministro británico Winston Churchill. Inglaterra había vuelto sus ojos a su imperio, ignorando la inercia de los tiempos, pensaba que podría mantener el Imperio bajo la sábana de la Commonwealth, es decir, crear una comunidad de estados independientes pero fuertemente dependientes del Gobierno de Su Majestad. El fracaso que esto supuso no es desconocido, por ello cuando el Mercado Común comenzó a dar sus frutos, Inglaterra se embarcó en otro fracaso: la EFTA. Fiel a su tradición librecambista de crear solo un mercado y no ir más allá en un determinado proceso de integración, Inglaterra se asoció con una serie de países inconexos y heterogéneos de la Europa periférica para crear un libre mercado: sería la Asociación europea de libre comercio que englobaba a Portugal, Suiza, UK y los países escandinavos con Islandia, vamos el sumun de la integración.