La grandiosa rebelión contra Balzac, Pietro Citati

Publicado el 28 enero 2022 por Kim Nguyen

El movimiento está contrastado, a veces ahogado, por una fuerza opuesta. Había en Balzac, además del deseo infinito, la pasión del movimiento y una especie de ligereza femenina, un potente instinto de concentración en donde él situaba la fuente principal de su genio: algo más profundo que la voluntad misma. Este instinto de concentración tiende a condensar cada página y cada párrafo de La comedia humana. Todo en ella está repleto, abarrotado, saturado: pero, volumen, masa compacta, encierro; abolición de cualquier espacio libre, de cualquier respiro, de toda corriente de aire y ligereza. Balzac proclama: «El vacío no existe»; «Nuestro globo está lleno y todo está relacionado»; «La naturaleza es una y compacta»; «Todo se encadena y comunica». Mientras narra, a pesar de sus afirmaciones contrarias, nos recuerda constantemente que somos prisioneros del Espacio y del Tiempo; no hay ninguna verdadera redención metafísica, ningún batido de alas. El mundo es una cárcel, La comedia humana una prisión: la prisión literal donde ha vivido Vautrin, o una prisión metafórica como el siniestro mundo de obsesiones que es la pensión Vauquer.

Ni siquiera Dostoievski llevó tan lejos este sentimiento de concentración y condensación. No hay una omisión: Balzac se siente obligado a no olvidar nada, ni la descripción de un interior, ni la de un exterior, ni la de un vestido, ni el rostro de un personaje, ni un análisis psicológico o sociológico. No le gustan los escorzos. Los diálogos, que son la vía por la que la ligereza y la movilidad penetran en la novela, casi no existen, porque se transforman en fragmentos de estupenda oratoria dramática. El comentario no deja nunca libre la realidad: Balzac quiere dominarla con la inteligencia, deglutirla con la mente, como un Bossuet o un La Bruyère convertidos en periodistas a la moda. Por último, no es feliz si no ha documentado todas las condiciones y situaciones sociales, si no ha dado a conocer, para hacer aún más densa la narración, los hoteles de París, los nombres de los sastres, las tipografías antiguas y modernas, los libreros editores, los periódicos y periodistas, el código del comercio, las letras de cambio, los procedimientos, las patentes, los cuerpos policiales, el derecho criminal, el teatro, las cortesanas… Esta densidad compacta suscita en nosotros admiración, aunque en algunas ocasiones nos ahoguemos y nos rebelemos contra un cosmos demasiado pesado. Imploramos ligereza, como Henry James, su antagonista, en un magnífico ensayo. De Tolstói a Flaubert, James, Kafka, la novela moderna —que ama la omisión, la sugerencia y la levedad del tejido— no es más que una consciente y grandiosa rebelión contra Balzac.

Pietro Citati
El mal absoluto
Traducción: Pilar González Rodríguez
Editorial: Galaxia Gutenberg

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En el bastón de Balzac se lee: «Rompo todos los obstáculos». En el mío: «Todos los obstáculos me rompen». Lo que hay de común en ambos casos es: Todo.»

Franz Kafka
Diarios

Foto: Pietro Citati