Nunca estuvieron tan lejanas como ahora las esperanzas de una Europa en paz y concordia, una tierra de ciudadanos regidos por una democracia de hombres y mujeres libres. Las soflamas europeístas, las banderitas azules con cada vez más estrellitas, el himno a la alegría, los fuegos artificiales de la moneda única y el atractivo concepto de la "Europa de los Ciudadanos" están ya en el olvido, sustituidos por una vulgar dictadura de una Alemania implacable y una burocracia que, como una bacteria resistente, se ha instalado en Bruselas para infectar y paralizar todas las esperanzas e ilusiones que pusieron en marcha Adenauer, De Gasperi, Schuman y otros grandes políticos europeos de la postguerra.
Los últimos acontecimientos de Grecia han abierto los ojos a mucha gente, que ahora se sorprenden ante la sucia y torva realidad de la Europa presente, un conglomerado donde los valores, la democracia y los ciudadanos han sido desplazados por el poder agobiante de políticos y burócratas, el egoísmo inmisericorde de los mercaderes y el predominio cruel de las élites sobre la ciudadanía y el bien común.
El reflejo de la peor Europa desde 1945 se ha visto no sólo en los dictados alemanes, el egoísmo de las élites que dominan el mundo y los intereses bastardos de los mercados, sino también en el comportamiento del gobierno aventurero de Tsipras, pésimo, truculento e hipócrita negociador, que ha llevado a su pueblo hasta el desastre de un rescate que pagará con sangre, sudor, lágrimas y pobreza casi perpetua.
La Europa alemana es arrogante y anticiudadana, basada en el dominio de un solo país y de unos intereses concretos sobre todo el resto de países, ideas y esperanzas de Europa. El miedo a que esa nueva Europa sin emociones ni grandezas esté preparando la demolición de los países pobres y periféricos se abre paso, plagada de recelos y desconfianzas en el ya cadavérico proyecto de unión. Es probable que estemos asistiendo al nacimiento de un nuevo modelo de colonialismo moderno, el que se basa en la deuda y las amenazas y poderes de unos "mercados" dominados por un corto ramillete de potencias.
Durante décadas, la Unión Europea fue un proyecto decente, admirado por el mundo, que pretendía unir pueblos y naciones en torno a la paz, la prosperidad y la democracia, pero hoy, bajo el liderazgo de una Alemania que no consigue liberarse de sus ambiciones hegemónicas y del deseo de someter a los pueblos europeos "inferiores", Europa sólo es ya una despreciable conspiración de mercaderes, políticos alejados de la democracia y ladrones capaces de despellejar y saquear a sus ciudadanos.
Alemania, que ejerce un evidente liderazgo en la Europa actual por su potencia económica, es la principal responsable de la lamentable deriva y el deterioro de Europa, un continente que se aleja cada día mas de la decencia, de la Justicia y de la democracia, para caer en manos de políticos sin escrúpulos dominados por la ideología del poder y del dinero.
Primero se habló de la Europa de los Estados; después de la Europa de los Pueblos; mas tarde de la Europa de los Ciudadanos; después parecía que se imponía la Europa de los Gobiernos; finalmente empezó a hablarse de la Europa de los Mercados. Hoy, después del drama griego, habrá que hablar de la "Europa de los ricos" o de la "Europa miserable".
La Europa actual no sólo ha dejado de ser admirable y atractiva, sino que empieza a perfilarse como un grave peligro para la democracia mundial y para los ciudadanos, que contemplan estupefactos como el viejo sueño se desliza hacia la opresión y el abuso de poder.
Desde que estalló la crisis, los políticos se resisten a someterse a los deseos ciudadanos. Muchos dirigentes, desde Sarkozy a Zapatero, sin olvidar a Sócrates, Berlusconi, Papandreu y otros, han sido expulsados del poder por el voto ciudadano.
Los mas pesimistas temen que, ante la sucia deriva de Europa, ese poder de votar y de castigar a sus dirigentes en las urnas, el único importante que le queda al ciudadano europeo, ya tenga los días contados.