Forjada por el tiempo sobre la propia naturaleza con ayuda de elementos tan sencillos como el agua y la piedra.
Por dentro hay colores fantasmagóricos que reflejan las lagunas sinuosas y calladas, plazas geológicas, calles prehistóricas y huellas de antepasados perdidos e irreconocibles.
Un recorrido de más de mil doscientos metros por el interior de una gruta que se abre en el subsuelo y por donde discurren las aguas que se filtran del cerro del Castillo.
A lo largo de los tres niveles de galerías se suceden estalactitas y estalagmitas, cortinas, coladas de tonalidades increíbles y formaciones kársticas.
Lo que antaño fue el Pozo de la Nieve guarda en su interior una impresionante sala, la de mayores dimensiones, que recibe el nombre de la Catedral, recubierta de argonitas azuladas que guarda las más gruesas columnas de la cavidad.
Las aguas filtradas regalan a la vista numerosos estanques, entre los que destacan el Gran Lago, el lago de la Sultana y el de las Esmeraldas, en el que las calizas erosionadas recuerdan a los nenúfares.