Llegará un día no lejano en que España reconozca el mérito de esos héroes y castigue la corrupción desbocada de los que, por están al frente de la nación, tenían la obligación de ser ejemplares en lugar de malvados.
Ojalá ese día llegue pronto y España pueda emprender, sin chorizos a bordo, la ruta de la regeneración y la recuperación de su dignidad y prestigio en el mundo.
La enorme capacidad corruptora del sanchismo ha ensuciado a media España, ha colonizado grandes instituciones y podrido a colectivos enteros, desde la Fiscalía al mismo Parlamento, pero no ha podido con una parte destacada de la Guardia Civil y del poder judicial, que hoy deslumbran a los españoles por su lucha contra la corrupción del socialismo y sus aliados.
Gracias a la Guardia Civil y a los jueces hoy sabemos que Pedro Sánchez lo decide todo y que todas las fechorías descubiertas, desde la corrupción activa de sus familiares más cercanos a las chorizadas de los Ábalos, los Koldos, los Bernis y otros muchos, han contado con su aprobación.
Sánchez es culpable de todas las maldades del poder, de los indultos a delincuentes, de la ruptura de la igualdad entre regiones, del acoso a los disidentes, de la cuchilladas a la libertad de expresión, de la compra masiva de medios y periodistas, de la violación de nuestras fronteras, de la vergonzosa sumisión ante Marruecos, de los centenares de mentiras y bulos creados en las sucias factorías del poder y de mil atropellos más.
Sánchez se agarra al poder como una garrapata infectada y de ese modo denigra y envilece a España. En cualquier país decente del mundo habría tenido que dimitir hace años y en la mayoría de ellos nunca habría llegado al poder del modo que él lo logró, después de ser expulsado de la Secretaría General del PSOE por corrupto y tramposo y tras haber humillado con centenares de mentiras a su pueblo.
Francisco Rubiales