Revista Cultura y Ocio

La “guerra contra las drogas” Una historia racista y de control global (Parte 1)

Publicado el 16 julio 2019 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

Por años se nos ha enseñado a decirle que no a las drogas porque son malas para nosotros. Y no pocos recursos se han invertido en campañas destinadas a luchar contra el llamado “flagelo de la sociedad”. Sin embargo, basta con hurgar un poco por debajo de la históricamente llamada –y a estas alturas fallida–  “guerra contra las drogas”, para darnos cuenta que esta doctrina, lejos de tener sus raíces en la preocupación de los gobiernos por el bienestar y salud de su población, en realidad, siempre han buscado el establecimiento de una sociedad mundial homogénea, racista y moralista.

A continuación, en la primera parte de este artículo que pretende ofrecer luces en torno a los reales motivos detrás de la prohibición mundial en contra de las “drogas”, abordaremos el origen del germen prohibicionista, y sus características, evidentemente racistas y conservadoras.

Sustancias de uso normal

Si vamos atrás en el tiempo nos daremos cuenta que muchas de las sustancias que hoy en día son consideradas como “drogas”, durante el siglo XIX, no lo eran tal, sino que más bien gozaban de total aceptación entre las diferentes naciones.

En esos ya lejanos años, por ejemplo, no eran pocos los remedios que eran producidos a base de opio o cannabis. Así como también, hay que decirlo, y aunque en menor medida, algunos de estas sustancias solían también ser utilizadas por algunos con fines “recreativos”. Conocido es el caso de la Reina Victoria de Inglaterra por ejemplo, usuaria regular, tanto de opio, como cannabis, así como también de cocaína, aunque esto último, según se reporta, lo utilizaría ya en el ocaso de su vida.

Ahora bien, antes continuar, ¿por qué es importante hablar de estas tres sustancias y la relación de la Reina Victoria con ellas como ejemplo? Pues porque como veremos a continuación, en esos tiempos no había ningún problema con el uso de estas sustancias. Nadie se escandalizaba. Lo que hicieran las personas en el ámbito privado, no revestía mayor amenaza para los gobiernos, ni tampoco existían políticas que las criminalizaran o prohibieran. A lo más, la adicción era considerada un problema de salud, nunca un problema de carácter legal, moral o racial.

Sin embargo, todo esto cambiaría, sospechosamente, con la llegada del tren a los EE.UU o sería más correcto decir, tal vez, con: ¿la llegada de los chinos?

¿La llegada del tren o de los chinos?

Fue a mediados del 1800 que se produjo una fuerte migración de chinos hacia territorio estadounidense. ¿La razón?  La construcción de lo que sería la Central Pacific Railroad (vía férrea que pretendía unir el estado de California con el estado de Utah, a fin de completar el trayecto faltante de lo que sería una única y novedosa vía transcontinental que conectaría el Océano Atlántico y Océano Pacifico por tierra). Un proyecto, a todas luces, de dimensiones titánicas y, para lo cual, se requería una ingente cantidad de trabajadores y mano de obra extranjera.

Pues bien, hasta ahí, todo bien, durante la construcción de la vía férrea se permitiría el ingreso de cientos de chinos a fin de completar la obra lo más rápido posible, generando así una situación beneficiosa para ambas partes. Por una parte los chinos trabajarían, y por otra, los gringos unirían su país. Un acuerdo hasta ahí, aparentemente, justo.

Problemas

Sin embargo, no todo sería color de rosas. Una vez construidos los trazados planificados hacia mediados del 1869, y cuando la vía férrea estaba recién operativa, surgirían los primeros “problemas”. Todo comenzó cuando los chinos dejaron de serles útiles a las empresas ligadas a la construcción de la vía férrea, y al resto de la población gringa, ya no le gustó mucho tener que compartir el mismo suelo con ellos. Así que en un arranque de creatividad, y buscando una manera “legal” de sacarse de encima el “problema chino”, los gringos no encontraron nada mejor que hacer que: declarar a los chinos una amenaza a su nación, y acto seguido, expulsarlos de su territorio.

Ahora bien, como no era “moral” (palabra que veremos muy seguida en este artículo) llegar y expulsar sin argumentos contundentes a los chinos, los gringos decidieron buscar una vía legal para lograrlo.

Fue así que, como resultado de estas escaramuzas, en 1882, promulgaron lo que se conocería como la Chinese Exclusion Act (Ley de exclusión a chinos). Primera ley estadounidense que lograba mediante la vía legal, declarar “ilegal”, a otras personas por el solo hecho de pertenecer a otra raza, y de esa manera, hacerlos elegibles para ser expulsados.

Difamación

Es importante decir sí que, para lograr la aprobación de tan nefasta ley, tuvieron que valerse de todo tipo de difamaciones y rumores a fin de instalar un sentir de odio y rechazo en contra de los chinos. Sin ir más lejos, comenzarían a tildarlos de manera regular de: “adictos fumadores de opio”. ¡Cómo si el uso del opio se tratase de un crimen! Es importante señalar que en la medicina de aquel tiempo, al menos en EE.UU, ya se utilizaba de manera masiva el opio (su extracto) y la morfina para diferentes tipos de tratamiento.

Tan evidente era el rasgo racista y conservador en la campaña anti-china u anti-opio durante ese periodo, que se había declarado al opio chino una: “amenaza a la moral cristiana estadounidense”. En especial, a las “mujeres cristianas” de dicho país. ¡De locos!

Los medios al ataque  

Durante el año 1881, año en el que se debatió la ley para excluir a chinos de EE.UU, los medios de comunicación conservadores no se quedaron atrás en la desquiciada idea de trazar una línea imaginaria entre la supuesta: “moral gringa” versus la “barbarie china”. Así por ejemplo, sembraron rumores que acusaban de la rápida propagación de “antros de opio” en la ciudad de San Francisco, California, en los cuales: “muchachas blancas estadounidenses se sientan, lado a lado, con hombres chinos a consumir opio, en una actitud humillante de presenciar para cualquiera que se precie de ser un hombre de verdad”. Aparentemente, era de “macho” rechazar el opio chino.

Algunas editoriales, en periódicos de la época, incluso planteaban: “La amenaza china y su opio deben ser erradicados antes que diezmen a nuestra juventud, dejen castrada a la siguiente generación, o lo que es peor, destruya a toda la población de la costa oeste”. Otros diarios igual de “sensatos” planteaban: “Los deberes del estadounidense blanco, cristiano o capitalista, no son compatibles con el consumo de opio”.

Filipinas: el primer fracaso

Sin embargo, pese a todo este derroche paranoico, tan característico de los gringos, la primera ley prohibicionista contra las “drogas”, o como vimos recién, más bien racista o moralista, no se estableció en su territorio, ni tampoco fue a causa del opio chino (a los chinos solo los querían echar por ser chinos). Sino que su primera prohibición se establecería en su primer territorio de ultramar: Filipinas (Territorio recientemente anexado a EE.UU tras la derrota de España en el año 1898 en lo que se conoce como Guerra Hispano-Estadounidense).

Fue en esos años que, el entonces Obispo Episcopal de Filipinas, Charles H Brent, un racista acérrimo y que, además, despreciaba a los usuarios de opio, le solicitó al presidente Franklin D. Roosvelt, de EE.UU que prohibiera por ley el: “malvado e inmoral” hábito del consumo de opio entre “su” pueblo. Para el año 1905 su deseo ya era realidad. En ese año EE.UU decidió aprobar la primera ley prohibicionista contra las drogas, aunque no en su territorio continental, todavía, pero sí en una zona del mundo bajo su control: Filipinas.

El primer fracaso

Sin embargo, para sorpresa de… nadie, esa prohibición falló. La costumbre de consumir opio no pudo ser erradicada de la población Filipina, pese a haber sido prohibida por ley. Así que el Obispo Brent, insistente en su odio a la sustancia y sus consumidores, culpó al auge del comercio chino que el opio se siguiera consumiendo en Filipinas. Así que le escribiría nuevamente a Roosvelt, exhortándole a cumplir su “deber” como presidente de EE.UU de: “…consolidar algún tipo de movimiento, junto con representantes de países donde se consumiera y comercializara opio, a fin de tratar de la manera más urgente el asunto”.

El germen del control a nivel internacional del comercio y consumo de “drogas”, con su subyacente racismo y moralidad, ya había sido inoculado, pese a su inicial fracaso. De ahí en más, la búsqueda de un control total no cesaría.

Continuará…

*Texto traducido y adaptado al español de un artículo titulado: The War on Drugs Is Inseparable from US Imperialism publicado en vice.com por JS Rafaeli.


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