Francia, con su intención de mantener una zona de influencia en el Chad y ese área de África, se ha lanzado a una aventura que, de tener éxito, finalizará con un gobierno títere, probablemente, más de EE.UU que de Francia. Unos EE.UU que parecían inicialmente remisos al ataque y unos aliados que no se veían muy unidos y que andan discutiendo si la OTAN asume el mando e interviene en la operación, a la que la Liga Árabe, Rusia y China se han opuesto; es la constante colisión de civilizaciones -no alianza-. Así, mientras observamos la ascensión de China, el poder de Occidente declina respecto a esas y otras civilizaciones, las cuales intentan, y ya con éxito, servirse de esa debilidad para hacer de contrapoder.
Y, en estas, Zapatero, el del “no a la guerra”, se precipita sin reflexión y sin la autorización del Parlamento, e implica a España en esa guerra de derribo de Gadafi. Aquel se pegó a Bush, Este, a Sarkozy, para salvar la fuente del petróleo, antes que vuele hacia otras manos. Ha ofrecido soldados, barcos y aviones españoles además de las bases de Morón y Rota, contra el payaso dictador, sátrapa sanguinario, al que le exigen dejar el poder y salir fulminado sin más iniciativa y sin vuelta atrás. De nuevo, ZP –con cinco millones de parados y las arcas en ruina- nos pone en el punto de mira del terrorismo islámico; los talibanes han condenado el ataque aliado contra Libia por considerarlo una ofensiva “aventurera”, una injerencia de las potencias occidentales en los asuntos internos del país. ¿Dónde están los titiriteros de la “zeja”, los pseudointelectuales que jaleaban contra la guerra de Irak y que hoy, hipócritas, van danzando con un “sí a la guerra” en Libia?
El Vicario Apostólico de Libia, Mons. Martinelli, mostrando su oposición a las acciones militares, pues “la guerra no resuelve nada”, ha defendido que se debió dar una oportunidad a la vía diplomática, para resolver la crisis pacíficamente; “es necesario que cesen las armas y se inicie de inmediato una mediación”, dijo. Esta es la postura que tenía que haber adoptado el PP. Aunque la caída de un tirano siempre es deseable, si con ello no llega otro peor, cosa harto posible en esa sociedad; la intervención de las democracias occidentales a favor de las libertades en los países con regímenes totalitarios debe ser continua y con todas ellas sin distinciones. Gadafi es ya un perdedor cuyo destino está sellado no sólo por su presente sino por su pasado, lo sensato es acabar cuanto antes con el tirano; esa será la voluntad de Sarkozy, y probar que Francia tiene condición de potencia mediana, pero feroz.
El terremoto de Japón ha alterado, dicen, el eje de rotación de la tierra y su masa. Hay quienes creen, que la historia de las civilizaciones también ha tenido un vuelco en su devenir. Un Japón en dificultades y una Europa demográficamente caduca, en declive e invadida por esa civilización extraña que es el Islam abren las velas a otros rumbos y otros puertos. Aún grita Catón su “Delenda est Cartago”.
C. Mudarra