"En el día de hoy, nuestro ejército cautivo y desarmado..." La batalla ha sido una confrontación sin igual, hemos luchado cuerpo a cuerpo, al final hemos sido vencidos y el pequeño ejército familiar ha quedado destrozado.
Cuando nos llegó la primera avanzadilla, la obligamos a retirarse con cajas destempladas, aquí no tenía cabida y la derrotamos con contundencia. Entre los virus se extendió la alarma. Nos habíamos atrevido a ridiculizar a sus hermanos y la respuesta no se hizo esperar: todos los virus del mundo se aliaron para demostrar que quien ríe el último ríe mejor. Empezó la venganza. Negociaron con las bacterias el prepararlas el terreno y una vez que lo tuvieran, para ellas sería coser y cantar. Parece que algún virus se quedó dentro de nuestra casa en estado latente y cuando llegó el gran cuerpo de batalla, —causante de la “onda epidémica” que asola la ciudad— le abrió la puerta a traición, como en Troya. Se nos coló un ejército formado por millones de elementos camuflados para que nuestro cuerpo no los conociera, todos muy bien equipados y perfectamente organizados en sus tres mutaciones más agresivas: la de tipo mixto, A y B. La invasión se produjo por el flanco más débil —la pequeña de la familia—. Nos demostraron que son grandes estrategas y saben golpear al adversario allá donde más le duele. Nos dejaron muy tocados, pero no hundidos.
En el fragor de la batalla, un nuevo traidor inesperado hizo coalición con el enemigo: el tiempo. En Vitoria, cuando nos creíamos envueltos en un cálido invierno, cayeron las temperaturas en picado y amanecimos cubiertos con una capa de nieve de entre 5 y 15 centímetros. Los virus se quedaron al calor del hogar y siguieron engordando a nuestra costa. Como en la Invencible, aquí también, el tiempo jugaba en campo contrario.
Aprovechándose de la situación de debilidad en la que nos encontrábamos, llegó el ejército bacteriano. Nos arrasó. Las bacterias entraron a tropel y empezaron a celebrar su orgía. Astutas ellas, conocen las armas de destrucción masiva con las que contamos: los antibióticos, y nos hacen cuchufletas.
De la sección de la autora en "Curiosón":"Retazos de vida"©M P Moreno 2017