La guerra de las hormigas

Por Naturalista
"Puede afirmarse que las hormigas en particularson los animales más agresivos y belicosos de todos."
Hölldobler y Wilson, Viaje a las hormigas (1994)

Las hormigas Messor bouvieri son con mucho los insectos más abundantes del paraje: habitan en hormigueros subterráneos de hasta decenas de miles de obreras. Su nombre genérico significa "cosechadora" (Messor era ayudante de la diosa romana de la agricultura, Ceres) y alude a que se trata de hormigas granívoras; a base de recolectar semillas llegan a modificar la estructura de especies vegetales del pasto, como veremos en otra entrada. Por ahora, contemplemos esta imagen propia de este tiempo de tormentas: dos "cosechadoras" enzarzadas en una lucha a muerte. Pertenecen a distintos hormigueros, y de su combate puede depender el destino de miles y miles de hormigas. ¿Pero por qué han llegado estos insectos a trabarse en semejante duelo? Y lo primero de todo, ¿cómo se han reconocido como rivales? La respuesta es que cada hormiguero tiene su propio olor característico, así que las hormigas notan pronto cuándo una compañera pertenece o no a su colonia. Normalmente cada colonia no interfiere mucho con las demás porque cada una tiene sus propias rutas para recolectar semillas, pero, cuando llueve, los rastros químicos que marcan esas sendas sobre la tierra se borran, con lo cual hay que trazarlas de nuevo y entonces se producen encontronazos con las hormigas vecinas. Resultado: la agresividad se desata.
La gran obrera que se alza amenazadora sobre su rival estaba minutos antes patrullando lejos de su hormiguero, pero su encuentro casual con una hormiga de otra colonia degeneró en esta batalla a muerte. El objetivo de cada hormiga es la aniquilación total de su adversaria, porque, si ésta quedase viva, huiría a su hormiguero y daría una señal de reclutamiento consistente en un olor especial (la feromona de alarma) y un débil chirrido (emitido con un raspador pequeño de su cintura); entonces regresaría al ataque con más hormigas dispuestas a zanjar de una vez la refriega. Primero los dos ejércitos calibrarían sus fuerzas, aunque aún no se sabe cómo lo hacen - quizá cada hormiga cuenta de algún modo el número de obreras cabezonas rivales, lo cual da una idea del tamaño del hormiguero enemigo. Si hay mucha superioridad en un bando, la batalla puede desencadenar una guerra total, en la que una columna de hormigas se abre paso hacia el hormiguero rival y no cesa hasta entrar en él y acabar con la colonia. Así habrán ganado sus graneros subterráneos y el territorio donde se abastecían de semillas, en resumen, muchísimo alimento y suelo por donde extender su hormiguero.
Pero es llamativo que las hormigas estén individualmente dispuestas a morir por estas ventajas para su grupo. ¿De dónde sacan tan ciega lealtad? La clave es que las obreras han optado evolutivamente por no reproducirse, dedican su vida a ayudar a su madre, la reina, a criar a sus hermanas que sí se reproducen, las hormigas aladas. Así que si las obreras, muriendo, ayudan a salvar su hormiguero, habrán triunfado en el juego darwiniano por la existencia: la reina madre seguirá viva, y los genes de las obreras caídas en combate podrán pasar a la siguiente generación a través de sus hermanas y hermanos alados...
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