Como es evidente prácticamente para todos que en Iraq no había armas de destrucción masiva, la pregunta más frecuente es: "Bien, entonces, ¿cuál es el motivo de esta guerra?". Y la respuesta no puede ser otra que la propia filosofía neoconservadora de un pequeño e influyente grupo de asesores presidenciales que se ha impuesto en Washington después del 11 de septiembre. Y no es una teoría de la conspiración.