Evacuación de un herido, batalla del Somme
Imperial War Museum - Fuente
Pocos pueden escribir la guerra. Sólo se puede llegar a hacer sentir los horrores del conflicto armado si previamente se han experimentado en las propias carnes. Y pocos son los escritores que han conseguido trazar de forma creíble las atrocidades a las que el ser humano puede llegar en caso de conflicto. Cuenta Blasco Ibáñez, en sus Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que los franceses, huyendo ante el empuje alemán en los primeros momentos de la primera gran guerra, “veían aún cómo entraba la avalancha de los hombres con casco en sus tranquilos pueblos: las casas cubiertas de llamas repentinamente, la soldadesca haciendo fuego sobre los que huían, las mujeres agonizando destrozadas bajo la aguda persistencia del ultraje carnal, los ancianos quemados vivos, los niños deshechos a sablazos en sus cunas, todos los sadismos de la bestia humana enardecida por el alcohol y la impunidad…”Los cuatro jinetes del Apocalipsis
La guerra en las trincheras
Library of Congress - Fuente
Los cuatro jinetes del Apocalipsis fue escrita en París por Vicente Blasco Ibáñez en el año 1916. Esta novela fue la que dio al escritor prestigio a nivel internacional, tanto literario como económico. A través de los retazos de las biografías de dos familias Blasco Ibáñez construye esta historia destinada a funcionar como arma propagandística al servicio de la República Francesa, atacada y amenazada por el imperialismo alemán. Fue el presidente de la República, Poincaré, quien hizo el encargo a Blasco Ibáñez, indicándole que “fuese al frente no como periodista sino como novelista; a escribir un libro que sirva a nuestra causa” (García Landa, J.Á. 2004, Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez).
Y el novelista valenciano cumplió a la perfección su papel, dibujando a una Alemania deseosa de entrar en conflicto con la liberal Francia, imagen y bandera de todo aquello que el buen alemán, de raza pura y digna, consideraba casi infrahumano y por lo tanto merecedor del más duro de los castigos. Así lo explicaba el doctor von Hartrott a su primo Julio Desnoyers, prácticamente el auténtico protagonista del relato, al afirmar categóricamente que “La guerra será mañana o pasado. No hay quien la evite. Es un hecho necesario para la salud de la humanidad”. Concebía así el conflicto casi como un mecanismo biológico y determinista que surgía como el instrumento adecuado por el cual la naturaleza purificaba su esencia.
Imágenes de la guerra
Australian War Memorial - Fuente
Blasco Ibáñez quiere ver la barbarie de la guerra, identificada con la cruel maquinaria bélica germana, que arrasa con todo a su paso, sin atender a cuestiones como la más simple piedad ante el otro. Una maquinaria que es igual de culpable que todas aquellas ideologías que defienden la guerra, el exterminio del otro por el mero hecho de ser, precisamente, “el otro”. Son responsables del drama bélico tanto los soldados alemanes que, con toda su caballerosidad y nobleza heredadas de antiguas estirpes prusianas, son tan capaces de asesinar sin dilación a quien consideran oportuno, como de violar a jóvenes inocentes cuyo único delito fue pertenecer al otro bando y estar donde no debían estar; pero también lo son todos aquellos pseudo – intelectuales, profesores, doctores, que ponen por escrito todos los axiomas que han de inculcarse a un pueblo para que lleve a cabo de forma eficaz, y con justificación teórica, el exterminio del otro curando cualquier atisbo de remordimiento o compasión. La novela fue escrita en 1916 “contra Alemania”. Pero su argumento, tan internacional, tan eterno en la historia, tan repetido hasta la saciedad, estaba llamado a repetirse con monotonía cíclica… y su guión se mantiene actual y se mantendrá.
Luis Pérez Armiño