La guerra no tiene rostro de mujer. Svetlana Alexiévich

Por Mientrasleo @MientrasleoS

     "—Según los estudios históricos, ¿desde cuándo han formado parte las mujeres de ejércitos profesionales?       —Ya en el siglo IV a.C., en Atenas y Esparta, las mujeres participaron en las guerras griegas. En épocas posteriores, también formaron parte de las tropas de Alejandro Magno.       El historiador ruso Nikolái Karamzín escribió sobre nuestros antepasados: «En ciertas ocasiones, las eslavas se unían valientemente a sus padres y esposos durante las guerras. Por ejemplo, durante el asedio de Constantinopla en el año 626, los griegos descubrieron muchos cadáveres de mujeres entre los eslavos caídos en combate. Además, una madre, al educar a sus hijos, siempre les preparaba para que fueran guerreros».

     No sé si a vosotros os pasa pero a mi hay nombres que me intimidan porque cuando llego a sus letras tengo la sensación de que todo el mundo los ha leído y juzgado como una obra maestra y tengo miedo de no estar a la altura. Hoy traigo a mi estantería virtual, La guerra no tiene rostro de mujer.
     Hablar de guerra puede ser complicado, depende todo de la forma elegida. Hay libros de amores que sobreviven, de luchadores convertidos en héroes anónimos y otros que tratan las mayores tragedias. En este caso Alexiévich se ha decantado por el testimonio. No diría yo que es una novela testimonial, ya que es en realidad una recopilación de vivencias de mujeres que lucharon de forma activa en la IIGM, en este caso, con el Ejército Rojo. Más de un millón de soldados desconocidas que tienen voz gracias a la pluma de esta mujer.
     Más cerca del reportaje periodístico que de otra cosa, los testimonios recogidos en el libro destacan por la extrema crudeza y realismo con el que son representados y también, como sensación permanente, la de no permitir al lector que se horrorice por leer algo que quienes lo cuentan, lo han vivido. A fin de cuentas, ¿quién es el lector para asustarse de una guerra o un aborto cuando es relatado por quien ha vivido un infierno que aún llena sus noches de pesadillas?
     Pero lo terrible, lo realmente terrible de estos testimonios, no es el horror en la batalla sino los terrores privados, las muertes íntimas, las luchas por un trozo de comida. Este año se hizo famosa una frase de una película, "Parasite", que decía "olor a pobre". Yo del libro de Alexiévich me quedo con otra:
Hacíamos cola para olerla, decían que olía a casa. 
     Niñas terribles con almas rotas que, en su inmensa mayoría, no llegaron nunca a ser reconocidas como lo que fueron, ni siquiera recordadas en la ficción en muchos casos. Mujeres cuyos actos, los buenos y los malos, son expuestos sin endulzar para recordar al lector no solo que esas mujeres existieron, sino que las guerras suenan y porque lo que se oye son las almas al romperse.
     La guerra no tiene rostro de mujer es un libro duro cuya lectura merece la pena incluso contando con las cicatrices que nos deja.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.