La Habana a su ritmo

Por Veronica Cussi @touristear

La Habana fue la ciudad de Benny Moré, Ernest Hemingway, Omara Portuondo, Alejo Carpentier, Alicia Alonso, Bola de Nieve, Leonardo Padura... de, en fin, toda su cubanía. La capital de Cuba es difícil de entender. Cuando uno llega al aeropuerto de José Martí siente que alguien ha dado marcha atrás a la película. Los uniformes de las muchachas que trabajan allí, es decir, el uniforme militar, no desentona dentro de las salas vacías, oscuras y húmedas del aeródromo nacional. Las maletas tardan en llegar por la cinta más de lo que lo harían en cualquier otro punto del mapamundi. Pero aquí, en La Habana, todo siempre, siempre, siempre va a su ritmo.

Como también van a su ritmo todos los coches clásicos (para los cubanos, ' almendrones ') de colores que desfilan orgullosos por las carreteras del país. En realidad, son piezas artesanales creadas por auténticos 'expertos'. Los pontiac, moskvitch, chevrolet o cadillac de los años 30, 40 o 50 cuentan con motores soviéticos y chinos que sus dueños han conseguido de una forma u otra. ¡Todas las mecánicas han sido sustituidas! Y en ellos pueden ir hasta diez personas. Los cubanos están orgullosos de ellos.

En los almendrones nos podemos mover hasta una de las capitales más pobladas del Caribe. La Habana ha sido cantada por infinidad de artistas, escrita por tantos otros; pero jamás será como tú la veas cuando lo hagas por primera vez. La Habana se desnuda de norte a sur, de este a oeste. Desde su Malecón, una avenida de seis carriles que recorren hasta ocho kilómetros de la costa. Una línea recta que pasa por algunos de los enclaves más importantes e históricos de la ciudad: el Castillo de San Salvador de la Punta, el Castillo de la Real Fuerza de la ciudad, el Hotel Nacional o el Hotel Riviera. Este último, uno de los hoteles 5 estrellas en La Habana, también es uno de los enclaves más queridos por los cubanos en el barrio del Vedado, por cuyas habitaciones han pasado los más ilustres de la cultura, como el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Todo ello se respira en sus pasillos.

Pegado a su malecón está la Habana Vieja, el casco histórico de la ciudad fundado en 1519. Contradictoria, abandonada y bella. Sus calles, palacios y gentes son la clara representación del auténtico espíritu de la ciudad; envuelto en una melancolía que te coge y no te suelta. En su casco histórico se respira también una especie de lucha por el desarrollo turístico y la renovación de fachadas y calles. El cubano trabaja duro para levantar la imagen de una ciudad que no puede huir de su propia decadencia, contrastada con la música imparable en sus calles, las galerías de arte y toda la comida y bebida típica de la isla.

En la Ciudad Vieja permanecen intocables la Plaza de la Catedral y la Plaza Vieja, verdaderas joyas, reminiscencias de la arquitectura colonial. Misma ruta que hizo ya un Hemingway enamorado de la isla, donde estableció su domicilio a las afueras de la ciudad en la parcela de Finca Vigia. El escritor solía ser uno de los míticos visitantes diarios del casco antiguo de la ciudad, de la que diría que no faltaba:"Mi mojito en la Bodeguita y mi daiquirí en la Floridita". Hoy en día, una de las rutas imprescindibles también para el turista.

Siguiendo nuestro paseo por el sur de La Habana en el almendrón, nos encontramos con el Barrio del Cerro, uno de los lugares donde se expandió la ciudad después de la demolición de sus murallas. En sus calles nos encontramos con imponentes caserones, herencia de los aristócratas cubanos criollos que buscaban alejarse del ruido de la ciudad, allá por 1800.

Junto al Cerro se levanta el emblemático Vedado, la Habana moderna con sus largas avenidas y lugar emblemático gracias a su conocida Plaza de la Revolución. También permanecen allí algunos de los enclaves más adorados por los cubanos como la Heladería Copelia, en la que los locales pueden pasar más de 40 minutos haciendo cola para poder hacerse con uno de sus helados; el Hotel Nacional, una joya arquitectónica de los años 30 y emblema del país...

Este año la ciudad cumple sus 500 años. Así como su universidad cumplirá también sus 290. Con su Capitolio ya reformado (obra que se inició en 2010) después de las obras de restauración. Un capitolio que fue diseñado a imagen y semejanza del de Washington, una clara metáfora de la Cuba de antes y ahora y que cuenta con una longitud total de 207 metros y con una cúpula de 91,7 metros, la sexta más grande del mundo.

La Habana es aventura, alegría. Y, a la vez, es un ideario colectivo que sueña con algo mejor; es tristeza y esperanza. Pero además de sus calles y monumentos, lo mejor del país es sin duda su gente. En un guaguancó, una de sus estrofas dice: "¡Ay! La Habana con sus columnas/ como dice Carpentier/ todavía nos inunda/ de un bello resplandecer...".

Nota: Este es un post patrocinado, espero que os guste!!!

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