La Habitación Roja (2021) La azotea del Low Club. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop

Canciones que sobrevuelan la ciudad

No es la misma Gran Vía desde abajo que desde arriba. Tampoco desde dentro que desde fuera de una alcoba de hotel cualquiera. Las luces de las habitaciones rojas dicen tantas cosas, ¿verdad? ¿Te acuerdas? La Gran Vía nunca se arropa. Madrid siempre fue tan pequeña y tiene esas calles que corren por nuestras venas. Desde aquí arriba aún más pequeñas.

Tienen algo las canciones de La Habitación Roja que invitan a recorrer las ciudades de azotea en azotea. Lanzando sin querer hacia abajo con el tacón alguna teja que, bah, igual acierta. Siempre es una mala idea arrojar cosas desde arriba hacia abajo. Una vez, hace varias décadas, tiramos aviones de papel ardiendo desde una terraza, de arriba hacia abajo y no salió bien. Los aviones de papel no pesan. ¿A dónde irán los aviones que sobrevuelan la ciudad? Tengo una ligera idea.

La cosa es que La Habitación Roja pasó este jueves por La Azotea del Low Club, en el Rooftop de Le Tavernier, en la octava planta del Hotel Innside by Meliá (qué largo). La de más arriba, evidente. La Gran Vía ahí abajo, en definitiva. Tantas ventanas encendidas con guiones perfectos cada uno a su bola. Un porrón de delitos en marcha. Algunos saldrán en los periódicos de esta dichosa Españita. Los menos. No veas si es inspirador el lugar. Y ese cielo de otoño. Tan chulo. Canciones que sobrevuelan la ciudad.

Ambiente distendido de terraceo de altura. Ya sabes lo que quiero decir. Y salen Jorge y Pau con 'La segunda oportunidad' y 'Febrero' y ya estaría. Aquí arriba, las canciones. Abajo, las calles. En el medio, carrusel de gin tonics. Ascensores que suben y bajan y abren y cierran sus puertas sin cesar. El ritmo de la ciudad. Es tan solo otro jueves más. La música nos hará verdad. Noches que no querían terminar.

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"Alguien dijo que hacemos canciones tristes que ponen feliz a la gente. Así que no serán tan tristes", bromea Jorge. Encantado de estar exactamente aquí, en pie con su guitarra no distorsionada revisando la cercanía de los gestos que tiene delante. "Disculpad, bueno, eso no, si sonrío mientras canto", lanza distendido, mientras el gentío grita peticiones de canciones. Ese es exactamente el momento que estamos viviendo. Juntos pero cada cual con lo suyo en la cabeza. Solo, de alguna manera.

'Taxi a Venus', 'La moneda en el aire', '1986'. Se suceden canciones. Vuelve a pasar: nos emocionamos con canciones que nos atropellan. Y es curioso, pues mientras haya un suceso luctuoso, lo de menos será el motivo. Que perfectamente puede ser, como es aquí, aquella canción. Algo cultural, por tanto. De La Habitación Roja o del 'Achtung Baby'. La sección de Sucesos sobrevive en los medios por morbo, sin que nadie entienda que todo es culpa de los de Cultura: esa parte tan arrinconada porque cotiza mal. Fatal. Alguna respuesta albergamos. Todas.

Después de tanto tiempo, volvemos a saludarnos mientras la banda sigue tocando. La banda siempre toca: está ahí para eso. Lo que ocurre a su alrededor, lo genera pero no le pertenece, de la misma manera que sus canciones son tan suyas como nuestras. Es sencillamente magia cómo todo encaja aún faltando piezas. Si cantan 'Nunca ganaremos el mundial', es que siempre hay un resquicio de esperanza. Pues la cantan.

TAXIS EN LA NOCHE

Desde aquí arriba ya solo se ven abajo luces verdes de taxis vacíos que, cuando se convierten en rojas, son el prólogo de la siguiente historia. Igual no os dais cuenta mientras camináis a su misma altura en el asfalto, pero desde cierta altura se ve cómo la ciudad nos dispara por ahí sin paracaídas. Habrá bajas. Merecerá la pena. Algunos volverán, el resto se irá a vivir a las afueras. No cesa el cancionero de La Habitación Roja mientras uno divaga y el otro agita los hielos.

'Voy a hacerte recordar' con todos sus oooooh. El contagio iluso de 'Indestructibles'. 'La canción de los amantes' o 'Posidonia'. Las ventanas de todo Madrid se encienden y se apagan, alguien sube un toldo a rayas, otro rompe una persiana, una nevera se apaga, aquel escribe cartas tirado por el suelo. De todo eso va todo esto. De las canciones que escuchamos mientras imaginamos la vida del resto montados en un taxi camino a casa en la noche profunda calculando cuanto nos va a costar. Siempre es más.

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