Pasaje destacado
Somos una familia anónima. No sabemos de dónde salimos. Nosotros, yo, mi hermano, mi hermana, crecemos en blanco. No hablamos de cómo era antes. No hacemos preguntas. No preguntamos nada. Yo no pregunto nada. Crezco en una nebulosa. Me invento las respuestas. En mi lengua materna."
La trama a grandes rasgos sin spoiler
Pauline, la narradora de la trama, fue consciente por primera vez de tener cuatro nombres, en el instituto, y aunque nunca le dio demasiada importancia, piensa a menudo en ello y se pregunta porqué sus padres le asignaron además esos tres adicionales, dos de mujer y en medio uno de hombre, en ese orden: Jeanne, Jérôme, e Ysé.
Y sin embargo ahí estaban. Los tres. Dos mujeres, un hombre. No es algo anodino, la verdad, estar escoltada, en la existencia de una, por tres desconocidos.
Hablar con su madre no sirve de nada porque en su familia nunca se rememora el pasado, se evitan las preguntas íntimas respecto a la vida de sus padres y cuando se hacen, las respuestas siempre son meras evasivas.
Habitan en mí. Ocupan mi persona. Voy a buscarlos, a encontrarlos, a dar con ellos. Voy a aprender a conocerlos, como se aprende a conocer a los miembros de una familia reconstituida, a un viejo pariente olvidado. No tengo muchos indicios. Voy a tener que prospectar, explorar, sondear. Hacer preguntas me parece inútil, acabarían neutralizadas.
Ahora Pauline vive feliz con su pareja actual, “ella”, y está embarazada de su primer hijo. Tras haber pasado treinta años, los que tiene, sin carnet de identidad casi sin existir de cara a la sociedad, ahora que se decide a sacárselo, vuelve a cuestionarse su origen y aunque sabe que no va a servir para nada, lo intenta de nuevo con su madre
¿Podrías decirme por qué me llamo así? Suspira. Suspira sonoramente, tose, oigo cómo coge el estuche de tela que contiene su tabaco para liarse un cigarrillo. Pienso que lo he conseguido, que por fin va a tomarse un momento para hablar conmigo, para explicarme. Pero no, en absoluto. Pone esa voz que le conozco bien, esa voz de que no transige, ay, cariño, no tengo tiempo, y me fastidias con tus preguntas, ya sabes que lo odio.
Al seguir sin respuestas, ese verano después de las vacaciones con su chica, con “ella”, decide iniciar por su cuenta la búsqueda de sus tres fantasmas y comienza a investigar, a buscar y recopilar pistas de esos seres que forman desde siempre parte de su historia, de su razón de existir. Y además, decide escribir sobre ello.
Escribo porque la mirada de mi madre se evapora, porque su silencio me envuelve. Escribo para rellenar los vacíos. Escribo para saber quién soy. Si no obtengo respuestas, me lo inventaré. Escribo para dar envergadura a la existencia. Escribo para decir lo que he creído ver en el mundo de las sombras, en el mundo desquiciado, escribo para decir que pasé por aquí, escribo para dejar un rastro de guijarros, escribo para volver a encontrar mi camino en el bosque.
Entonces sucede algo inesperado en “el día blanco”, como ella lo llama, porque ese día nevaba abundantemente y todo estaba cubierto de un velo sordo y blanco. Algo terrible que le quita el habla, las ganas de vivir, que la deja anclada en el silencio, en ese día, sin poder avanzar ni atisbar un futuro posible. Pero lejos de desistir en su búsqueda, se sumerge de lleno en ella, a modo de evasión, de válvula de escape de su nuevo “mundo blanco”.
La nieve ha caído sobre la ciudad para hacerla callar en ese día de antes del nuevo mundo. Mi nuevo mundo. Cubiertas, las aceras, cubiertos, los coches que circulan al ralentí dejando en las calzadas huellas oscuras y paralelas, cubiertas, las decoraciones de Navidad, todas a cada cual más brillante y parpadeante; y de repente, nada, nada de nada, ni brillos ni parpadeos, blancura, solo blancura, blancura por todas partes. Y un silencio indescriptible.
Van surgiendo pistas sobre su A.P. (Antes del Presente, “apé” en boca de Pauline) que la llevarán hasta el cementerio de Montparnasse, y a viajar hasta Susa (Túnez), surgen indicios, fotografías, dedicatorias, que la conducirán hasta un libro de Marguerite Duras y una obra de teatro de Paul Claudel, “Partición de mediodía” que tiene mucho que ver con uno de sus nombres, y ata cabos. ¿Quiénes serán Jérôme, Jeanne, e Ysé? ¿ángeles protectores, sus hadas madrinas?
Y hasta ahí puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
✔ La historia que se nos cuenta es bastante peculiar, me ha fascinado, con una protagonista que desea a través de sus cuatros nombres de nacimiento, encontrar su propia identidad para poder empezar desde cero tras haber sufrido una gran desgracia que la deja paralizada en ese día blanco.
Tienes que encontrarte a ti misma, comprender quiénes son esos otros en ti.
Y tenemos un relato principalmente sobre mujeres, una cadena de mujeres pertenecientes a distintas generaciones, un relato-homenaje a esas mujeres de las que a veces no hay fotos ni testimonios de su existencia, a pesar de haber sido en su día los ejes centrales de sus familias, un homenaje a esas estirpes que se fueron quedando por el camino. Como nos dice la autora: "Por ejemplo, en mi familia ha sido difícil conocer su estirpe de mujeres, sé que he tenido una abuela y una bisabuela, pero no salen en las fotos. No me han contado sus historias".
✔ La estructura de la obra también es curiosa: tres preguntas marcan la trama, tres preguntas existenciales sacadas del pensamiento de Kant (con gran influencia en el pensamiento de Pauline), y que dividen la obra en tres partes, una para cada uno de sus nombres: “qué puedo saber” (dedicada a Jeanne), “qué debo hacer” (dedicada a Jérôme), y la tercera “qué puedo esperar” (dedicada a indagar sobre Ysé).
De repente quise contarle la única enseñanza que se me quedó de mis años de estudiante de filosofía. Me puse a evocar a Kant. No me atrevía a girar la cabeza hacia ella, por miedo a ver dibujarse en sus labios una sonrisa burlona. Había olvidado prácticamente todas mis lecturas kantianas, salvo las tres preguntas fundamentales de su pensamiento. ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? y ¿Qué puedo esperar?
✔ Pero lo mejor de las novelas de Pauline Delabroy, lo que más disfruto de ella independientemente de la trama, es sin duda la prosa, y su estilo, muy especiales ambos:
● Su forma de narrar, de contar las cosas, con párrafos y diálogos estructurados a modo de frases seguidas, como pensadas en voz alta.
¿Cómo se llamaba esa madre que la trajo al mundo? No puedo acordarme, dice. Se murió sola, pregunto. De eso, contesta mi tía, de eso no tengo la menor idea. Sí, pienso que sí, la apartaron de sus hijos.
● Su prosa con cierto toque lírico que ya me sorprendió en su primera novela, y que he vuelto a disfrutar aquí. Se nota que hubo un tiempo en el que Pauline Delabroy solo escribía poesía, creo que esa impronta poética siempre permanece, es todo un deleite leerla.
Quizá sea eso lo que me acecha desde que empecé a escribir, quizá sea la locura lo que me acecha en cuanto intento salir del mundo para registrar las palabras que me recorren el cuerpo como escalofríos de fiebre. La reclusión es la única salida para deshacerme de los temblores y del recuerdo del día blanco, y, con la reclusión, la posibilidad del extravío, de la demencia.
● He visto en algún artículo por ahí, que el recurso narrativo que utiliza (y que utilizó también en "Voy a hablar de Sarah"), es el del “narrador poco fiable”. Nunca lo había escuchado y no tengo totalmente claro lo que es, aunque puedo hacerme una idea. Pensándolo bien, si tengo en cuenta que en “La hija” solo conocemos un punto de vista, el de la narradora, y vemos todo a través de lo que ella ve o cree estar viendo, me ayuda a entender algunas cosas de la lectura, ya que en alguna ocasión me he preguntado si serían reales todos los personajes con los que ella se va encontrando y esas similitudes que ve ¿imagina? con Jeanne, Jérôme, e Ysé. Es probable que no haya que creerse al pie de la letra todo lo que Pauline personaje/Pauline autora de la novela, nos cuenta, pero no porque pretenda confundirnos o mentirnos, sino porque ella (Pauline personaje) es muy imaginativa y realmente se convence de que así son las cosas, tal cual las imagina. No sé si me explico. . .
Vivo dos realidades paralelas: la mía, la realidad de mi vida de chica de treinta años, y la mía vista por los ojos de un hombre que tenía treinta años en los ochenta. Invento que lo tengo a mi lado.
✔ Curiosidades respecto a la autora, la novela y su publicación:
● En “La hija” se mezcla algo de realidad con cierta dosis de ficción inventada: parece ser que varias cosas coinciden además del nombre, entre la Pauline protagonista y la Pauline escritora: Delabroy también tiene tres nombres y son esos mismos, Jerome, Jeanne y Yseé. Dice la escritora: "La narradora coincide un poco con la autora en el sentido que hay cosas de mi auténtica vida, como cuando descubre que tiene 3 nombres, que son los míos personales. Pero por supuesto que la narradora del libro va mucho más allá de la autora, es decir, que le pasan cosas que nunca me han sucedido y tiene comportamientos que no son míos"● Con 30 años, Delabroy envió el manuscrito de su primera novela a muchas editoriales, y únicamente fue "Minuit", la que fue en su día la editorial de Marguerite Duras (autora varias veces nombrada a lo largo de “La hija”), la que la apoyó, adquirió los derechos y la publicó. Por ello, se dice de ella que es heredera de Duras, con la que se la compara a menudo.
✔ No quería dejarme en el tintero a un personaje de la historia que me ha encantado, un personaje no humano y bastante secundario porque no tiene demasiado protagonismo, o al menos no durante demasiado tiempo: se trata de Tutú, un gatito con pocas semanas de vida, herido, ciego, sordo, que Pauline rescata de morir atrapado y clavado en una alambrada de la ciudad de Susa (Túnez), cuando viaja hasta allí buscando pistas sobre Jérôme. Es genial la relación que surge desde el principio entre Pauline y Tutú, como se adoptan mutuamente y Pauline lo pasea por toda Susa como si fuera un mono, en su hombro o en su cabeza. Y cómo ya en París, lo saca a hacer sus necesidades al cementerio que tienen al lado de casa como si fuera un perro, y se lo lleva con ella a todas partes en su mochila. Y es genial ese entendimiento con el minino en un idioma particular e híbrido humano-gatuno, maullando con palabras y hablando con maullidos. La pena. . ., que a su pareja, a “ella” no le gustan los gatos.
Me dicen que estoy loca. Que gatos errantes, aquí, hay para dar y vender, de hecho ni se dan ni se venden, hay que ser una pirada occidental para hacer algo así, recoger un gato, aquí los gatos son como las ratas, no hay que alimentarlos, son una plaga, no se les acaricia, no se les da de comer, no se les mete en casa. Y sobre todo no se les pone nombre. Hablo con el gato como hablaría con Jérôme. Como me apetecería hablarle a mi madre. Tiendo la mano a Tutú, como tenemos ya por costumbre, el gato sube corriendo a mi brazo como una rampa de lanzamiento, da un brinco hasta mi hombro y se instala. No se mueve de mi hombre izquierdo. Con las uñas clavadas en mi carne, cruzamos las calles corriendo para evitar los ciclomotores que petardean, caminamos a buen paso. Solo se baja si tiro de su cuerpo para dejarlo en el suelo.
Resumiendo: “La hija” es la historia de una hija, que además es nieta y bisnieta, que ansía conocer su propia identidad para reencontrarse consigo misma, iniciando una investigación casi obsesiva, una búsqueda febril a través de sus nombres y las huellas de sus antepasados. Una historia íntima que nos lleva a preguntarnos si realmente es importante conocer nuestros ascendientes, si es imprescindible saber de dónde venimos para saber hacia dónde vamos.
Lo quiero, a ese gato, es la prueba viviente de que incluso cuando no sucede nada hay cosas que suceden, que incluso cuando se piensa que no va a encontrarse una con nadie, se tropieza con alguien, que incluso cuando la vida la pisotea a una, la existencia no espera.
¿Os recomiendo leer esta novela? Por supuesto, os la recomiendo con fuerza, no os la perdáis. Pero lo que por encima de todo os recomiendo, es leer a Pauline Delabroy, sin falta, la autora ya está en mi lista de autores preferidos (en el gadget que tengo a la derecha del blog), y pienso leer todo lo que escriba de aquí en adelante, no me voy a perder ni una de sus próximas obras.
He leído y comentado "La hija" junto a mi gran amiga Marianna, del blog Los libros de Mava, una lectura más para meter en la saca de nuestro Club de lectura particular MavaMar. Si os apetece o tenéis curiosidad por saber si ella ha disfrutado la novela tanto como yo, podéis hacerle una visita y leer su reseña AQUÍ, seguro que no os arrepentiréis.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: