En ocasiones, siento que la izquierda nada contracorriente y ha perdido, en gran medida, la batalla de la opinión pública porque las élites políticas y económicas han logrado dominar nuestras mentes y condicionar nuestra voluntad, a través de un uso perverso del lenguaje y el control y la manipulación de los mass media; se tergiversa tanto la realidad que la verdad se difumina para dar paso al mensaje que en cada momento más interesa a quienes ejercen el poder. Nos hemos convertido en consumidores pasivos de un pensamiento amañado al servicio del status quo dominante.
Así se explica, por ejemplo, que la transferencia a Euskadi de las políticas activas de empleo se “venda” como un gran acuerdo, en lugar de denunciar, al mismo tiempo, el incumplimiento del Estatuto de Autonomía o reivindicar la transferencia inmediata de las treinta y cinco competencias pendientes. Poco o nada importa que el Texto de Gernika se aprobara en el año 1979 o que cada derecho que nos corresponde esté supeditado a una negociación en Madrid, motivada únicamente por la falta de apoyos del partido en el poder. A este paso, y teniendo en cuenta que el respaldo nacionalista no siempre es necesario, tal vez en cien años hayamos completado el Estatuto.
En esta misma línea, la vicepresidenta económica del Gobierno Zapatero anunció ayer que elevara el IRPF a las rentas de más de 120.000 euros, como si esta iniciativa fuera todo un acto de justicia y equidad. Poco importa que esta medida sólo afecte a 165.000 contribuyentes y que la recaudación aumentará sólo entre 600 y 700 millones de euros anuales. Se trata de una estrategia de marketing, que sirve como cortina de humo para ocultar que no habrá un impuesto para las grandes fortunas, las transacciones financieras o la especulación. Claro que, además, han logrado que pasara inadvertida la subida del recibo de la luz en un 4,8 por ciento a partir de octubre, que afecta por igual al pensionista que cobra 500 eruos que a Emilio Botín.
No puedo terminar esta reflexión sin hacer mención a la falta de coherencia del Parlament de Catalunya, que hace dos meses prohibió, con toda la razón, las corridas de toros, por entender que la tradición no puede amparar la tortura y el pasado miércoles, en cambio, blindó por ley los correbous. Representantes de ERC, CiU, PSC y PP se han puesto de acuerdo para salvaguardar la figura de los toros ensogados con los cuernos encendidos, obviando que aunque no se les mate los animales sufren, y mucho, ene ste espectáculo festivo. La hipocresía se ha impuesto no sólo en la política sino en todas las facetas de la vida, y las voces críticas con el sistema son silenciadas porque incomodan.