Hay algunas historias tan hermosas que no pueden dejar de ser contadas.
Esta me la explicó una amiga colombiana mientras tomábamos tinto con almojábanas en un café de Cali, al sur de Colombia, y narra los increíbles acontecimientos que hace unos años le sucedieron a una niña llamada Luz.
Recuerdo que lloré emocionado en aquel café mientras escuchaba el relato en boca de mi amiga. Pero no lágrimas de tristeza, si no de esa felicidad mágica y milagrosa, que tan pocas veces se deja ver y que cuando nos pasa si quiera rozando con la punta de sus alas nos encoge al alma y deseamos revivirla una y otra vez, intuyendo que solo así tiene sentido todo lo demás. Y fue precisamente la necesidad de recrear aquel breve y perfecto momento de felicidad, lo que me llevó a escribir este libro.
Honestamente no me puedo considerar el autor aunque mi nombre aparezca en la portada, pues es la protagonista quien con su vida ha hecho posible cada línea en esta obra. Yo me he limitado a narrarla de la única manera que concebía hacerlo: fielmente y con el corazón en la mano.
Así, mi única pretensión ha sido ser todo lo fiel posible a los acontecimientos y tratar que esta historia resulte tan conmovedora e inolvidable para usted, como lo ha sido para mí. Tomar aquel instante de felicidad y sembrarlo en cada página de este libro, con la esperanza de que florezca ante sus ojos.
Ojalá lo haya conseguido.