La historia de nuestras vidas

Por Gaysenace

S. Martínez (Salamanca)
Cada vez que entra por la puerta siento que el mundo se me cae encima. Lo quiero como nunca he amado a nadie, pero su presencia me incomoda. Llevamos juntos más de quince años y apenas nos hemos separado desde que nos conocimos. Debe ser eso, la rutina y la asfixiante sensación de que los años pasan y mi vida, nuestra vida, se marchita lentamente.
Los dos hemos superado la barrera de los 40 años yambos hemos vivido la crisis de los cuarenta en distintas fases y de diferente manera. Él intentó huir de nuestro hogar, en busca de nuevas experiencias, pero terminó retornando cuando comprobó que fuera del nido todo era muy diferente a como lo había imaginado. Yo, en cambio, lo afronté con el mismo temor y con las mismas ganas de escapar, pero me contuve. Preferí no pasar por su misma experiencia.
Sé que, si alguna vez lo pierdo, mi vida se irá con él. Lo quiero y lo amo. Ambas cosas. El tiempo ha evaporado la pasión, pero persisten las gotas de un sentimiento mutuo de cariño y respeto, que mantienen viva la llama de una pareja similar a la de muchas otras.
Nos casamos hace tan sólo cuatro años, poco tiempo después de la aprobación del matrimonio homosexual en España, y lo hicimos con la plena convicción de que lo nuestro será hasta que la muerte nos separe. No será fácil, pero más difícil será romper una historia que iniciamos con muchos titubeos y que, sin embargo, se ha terminando convirtiendo en la historia de nuestras vidas.
Cuando llega a casa, deposita la chaqueta sobre el sofá, se afloja la corbata y antes de desvestirse se acerca a mí y me besa. ¿Qué tal ha ido el día?, me pregunta. Yo le contesto que bien. Casi siempre la misma respuesta. Él se dirige a la habitación y aparece minutos más tarde con una ropa más cómoda. E iniciamos el ritual de cada noche. Cenamos, vemos la tele y nos acostamos en habitaciones diferentes.
Sé que siempre estaré a su lado, pero muchas veces me pregunto si ésta es la vida que soñé cuando ambos iniciamos un proyecto común. Supongo que las mismas dudas que me asaltan a mí son el pan de cada día de muchas parejas que, como nosotros, decidieron un día emprender un mismo camino.