Ella tenía treintaitantos, una vida, una historia, un hijo, muchos miedos, mucho dolor, no creía en el amor, no creía en los hombres.
Él tenía treintaitantos, una vida, una historia, era tímido y reservado, nunca había tenido una relación seria.
Se conocieron una noche un mes de Septiembre, a pesar de sus diferencias, congeniaron. Ella confió. Él se hizo más comunicativo.
Y así empezó la historia de sus vidas.
Durante años disfrutaron de la vida, de todo lo que tenían, disfrutaban uno del otro y vivían la vida felices, junto al hijo de ella.
Llegado el momento, decidieron que querían tener un hijo. Y después de tiempo y esfuerzo, la hija llegó.
La niña vino a colmar sus vidas de felicidad. Él la adoraba, durante meses cambió sus horarios para estar más rato con la niña. Era un padrazo, le encantaba disfrutar cada momento con su hija. La niña estaba loquita por el padre.
Y un día, sin motivo, sin avisar, él se fue, desapareció. Se marchó para siempre, a un lugar sin retorno, se fue a vivir a los sueños de ella.
Su mundo se derrumbó. Sus vidas cambiaron para siempre. Cada noche, en la soledad de su habitación, ella lloraba, tenía tanto que decirle, tantas cosas juntos por hacer, tanta soledad. Lo más duro era mirar a la niña y verla crecer sin él, saber que él se lo estaba perdiendo todo.
Un día leyó algo en un libro, algo que sin saberlo, la ayudaría a cambiar su manera de ver la vida. Leyó que un grupo de amigos, enfermos, había decidido que si uno de ellos fallecía, el resto se repartiría su vida y la vivirían por el que ya no estaba.
Y así hace ahora. Cada día, varias veces al día, se sienta delante de la niña, se relaja y deja que él venga a ella, la mira a través de los ojos de él, la besa a través de los labios de él, la toca a través de las manos de él, sabe que él está allí, de alguna forma, porque ella vive parte de su vida. Siente tanta paz. Y él ve a su hija crecer, la oye, la huele, la nota. Cuando hay algún acontecimiento importante, cuando hacen alguna cosa que a él le gustaría, ella respira hondo y deja que él vuelva, es fácil, nunca se fue del todo, vive en sus corazones. Y mira la vida a través de sus ojos.
Cada noche, antes de dormir, él viene a ver a su hija y a darle un beso de buenas noches a través de ella. Luego, se va al cielo, a esa estrella que brilla en la noche para ellas, y desde allí, vigila sus sueños, velando por ellas. Muchas veces baja a soñar con ella, ella lo siente durmiendo a su lado.
De esta manera, ella está aprendiendo a vivir de una nueva manera la vida, pero sigue siendo la historia de sus vidas, porque él vive en sus corazones para siempre.