Por Hogaradas
Mis pinitos en el mundo de la canción, tal y como ya os he contado, comenzaron en el Colegio de La Salle, con aquella interpretación, gorgorito va, gorgorito viene, de la canción "I´l y avait un jardin", de Georges Moustaki, pero algún tiempo atrás ya había llamado a su puerta, en un vano intento por convertirme en una auténtica estrella infantil, a golpe de Villancico. Y la historia comienza así…
Las pasadas navidades era incapaz de recordar un Villancico con el que había tenido, junto con mi prima Juli un amago de actuación cuando éramos pequeńas. Todos los días intentaba recordar aquella música, y sobre todo aquella, letra, tan poco corriente para ser una canción navideńa, pero nada, era incapaz. Pero un día una de las redes sociales obró el milagro, y mi amiga Adela colgó la letra, para alegría de quien llevaba tanto tiempo intentando en vano recordarla. Sentada delante del ordenador, y como si hubiera formado parte de mi repertorio, comencé a cantar el famoso Villancico, para asombro de Carlos, quien no lograba entender de dónde acababa de salir aquella extrańa canción.
La autora, cómo no, Gloria Fuertes, la única capaz de escribir la letra de un Villancico tan divertido y diferentes, titulado “El camello cojito”, el mismo que encandiló al nińo hasta el punto de renunciar a todos los tesoros que le ofrecían a cambio de aquel animal al que todos consideraban una “birria”.
Inmediatamente mandé un correo a mi prima Juli, puesto que la curiosidad por conocer toda la historia podía más que la frustración por sentir que aquel Villancico que dominaba a la perfección no hubiera podido convertirse en mi primera y precoz actuación musical, y así lo hice. Con su contestación me llegó toda la historia.
Debemos situarnos en La Cuadriella, cuya iglesia celebraba un Concurso de Villancicos aquella Navidades, al que mi prima me animó a participar junto a ella. Nada se sabe de cómo encontramos a Gloria Fuertes y a su camello, pero me contó que la mayoría de las veces nuestro numeroso público era mi abuela Mamaitina, quien ejerciendo de abuelísima, asistía a nuestros ensayos diarios. Pensé a medida que iba leyendo el correo de mi prima, que claro, con lo tímida que yo era de nińa, le constaría bastante convencerme para participar, nada menos que cantando, pero seguí leyendo, y la historia dio un tremendo vuelco, insospechado para mí.
Después de nuestros ensayos llegó el gran día, y nos encaminamos hacia el lugar en el que tendríamos la oportunidad de demostrar a todos nuestro arte de Adviento, pero cuál sería nuestra sorpresa, me siguió relatando, cuando comenzaron las actuaciones y vimos que todos iban acompańados de algún instrumento musical, menos nosotras. Cuando las actuaciones llegaron al final y preguntaron si había más participantes, mi prima Juli no tuvo el valor suficiente para levantarse y darlo todo en el escenario, que al fin y al cabo era a lo que íbamos, aunque no nos acompańara ningún instrumento, mientras que yo, según me cuenta, y aquí está el vuelco de la historia, le pellizcaba una y otra vez el brazo animándola a que lo levantara y nos hiciéramos visibles para toda la audiencia. Pensé, mientras lo leía, en lo curioso de mi gesto, libre de toda timidez, porque seguro que estaba convencida de que nuestro dúo no necesitaba para nada ningún tipo de instrumento musical que nos aderezara, ya que ambas llevábamos ya incorporado, con nuestras voces, todo el que era necesario.
Y así, tal cual llegamos, nos fuimos, con nuestro Villancico a cuestas y nuestras ilusiones hechas pedazos, por eso quizás cada Navidad me viene una y otra vez a la cabeza, muchas de ellas en un intento vano por recordarlo, y otras, como éstas con la alegría de haberlo recuperado, y esta vez para siempre.
El camello Cojito (Gloria Fuertes)