Con 15 goles en 37 partidos, Luis Suárez empezó a brillar en las canchas. Fue vendido, por 10 millones de dólares al Ajax, donde siguió su vertiginoso ascenso. Era el delantero ideal: disciplinado, entregado, con mucha garra y cifras contundentes, pues llegó a marcar 111 goles en tres temporadas. A los 23 años ya portaba la banda de capitán. Pero mientras en la temporada 2009 - 2010 marcaba la bobada de 49 goles en 48 partidos,Luis mostraba en la cancha una faceta oscura y controvertida: su facilidad de salirse de casillas, provocar y agredir a los rivales. El antecedente de sus mordidas comenzó en 2010, en un partido entre el Ajax y el PSV Eindhoven. Durante una discusión entre varios jugadores, Suárez mordió en el cuello a Otman Bakkal. Por esa acción recibió una sanción de suspensión de 10 partidos. Se dice que en ese momento el uruguayo rechazó ofertas para recibir un tratamiento psicológico que le permitiera manejar sus emociones. «Luis Suárez no quiere ni oír hablar de psicólogos porque es plenamente consciente de que su "mal" está conectado intrínsecamente a su genética competitiva que no admite la palabra derrota», dijo en su momento Jop van Kempen, un periodista holandés especialista en el Ajax. Incluso le ofrecieron seguir sesiones de yoga después de los partidos para rebajar la tensión del juego. Pero los actos provocadores de Suárez seguían. Su paso al fútbol inglés, en una transacción de 30 millones de dólares, no lo inhibió de seguir por el camino de la agresividad.En 2013, el uruguayo mordió al serbio Branislav Ivanovic y recibió, otra vez, una sanción de la Federación Inglesa por 10 fechas. Sus agresiones no se quedan en mordiscos. Alguna vez llamó «negro de mierda» a Patrive Evra y se negó a saludarlo de mano al inicio de un partido. Ha hecho gestos grotescos a la hinchada rival, un día simuló estar inhalando cocaína para enrostrarle a un brasileño su tratamiento para superar la adicción. Se dice que los expertos que lo analizaron en Holanda e Inglaterra hicieron su propio diagnóstico de Suárez: «no soporta la idea de perder». No se trata de una persona con adicciones. El uruguayo no fuma, no bebe y es muy disciplinado en sus entrenamientos. Pero se enferma cuando considera que los demás no se esfuerzan tanto como él para ganar. Fuera de las canchas, es buen tipo, concluyen quienes lo conocen. Diego Lugano, capitán de la selección charrúa lo dejó ver en un trino después del mordisco a Ivanovic: «Todos los que competimos a mil pulsaciones y máxima adrenalina estamos expuestos a cometer algún error. Y Luis es el más competitivo de todos. Cometió un error y pidió disculpas». De hecho, en alguna ocasión el mismo Luis contó lo que sentía en su interior: «Soy tímido porque no sabía qué decir cuando la gente me daba las gracias por todo lo que había hecho en el Mundial por Uruguay. Pero yo sólo hice mi trabajo y lo que me salía del corazón. No es que la gente me tenga que agradecer nada. Me da timidez«,
Pero ese carácter desaparece una vez pisa la cancha. Y para demostrarlo, queda para la historia una anécdota que el mismo Luis reveló hace unos años para explicar su carácter competitivo, desde que tenía 10 años y jugaba en las inferiores del Nacional: «hubo un partido que ganamos 3-0 contra Tacuarembó y yo no hice ningún gol… después me puse a llorar en la ducha. ¡Estaba quemado!»