La historia detrás de la peineta

Por Manu Perez @revistadehisto

Hay que reconocer que disfrutamos “haciendo” la peineta. Pocos gestos nos permiten expresar tanto con tan poco esfuerzo (sin contar, además, con ese leve retrogusto de superioridad y frenesí que nos otorga cuando lo usamos). No es de extrañar, por lo tanto, que se haya convertido en uno de los gestos más comunes, internacionalmente, en lo que a comunicación no verbal se refiere. Y es que es complicado sustraerse al encanto de “enseñar el dedo”. Mandatarios de todo el mundo, cantantes, raperos y un sinfín de celebridades han copado las portadas de revistas, magacines y periódicos disfrutando de la intensa sensación que aporta un buen “corte de mangas”.

La historia detrás de la peineta

Cuenta la leyenda que el origen del corte de mangas se retrotrae hasta la batalla de Agincourt (actual Azincourt), una pequeña localidad al norte de Francia, en 1415. Esta batalla queda enmarcada dentro de la Guerra de los Cien Años que enfrentó a las grandes potencias medievales cristianas del momento: Francia e Inglaterra (esta guerra puede considerarse, asimismo, el germen del odio que todavía perdura entre franceses e ingleses, ¿o es que creíais que el pitorreo de los Monty Python hacia los franceses en Los Caballeros de la Mesa Cuadrada era gratuito?). En el transcurso de esta batalla, los soldados franceses, anticipando una fácil victoria (y hay que reconocer que un tanto pagados de sí mismos), amenazaron con cortar los dedos corazón e índice a los arqueros ingleses que capturasen. Ambos dedos eran necesarios para manejar el famoso arco largo inglés, por lo que cortárselos inhabilitaría a los arqueros ingleses para luchar en un futuro. No obstante, contra todo pronóstico, los franceses perdieron la batalla, razón por la cual los ingleses (con ese humor británico que los caracteriza) comenzaron a burlarse de ellos moviendo sus dedos índice y corazón de manera desafiante. Con el paso de los años, según esta leyenda, el gesto en V habría evolucionado hacia el gesto con un único dígito que conocemos hoy en día.

Peineta, Batalla de Azincourt

Sin embargo, todo parece apuntar a que el gesto de la peineta se habría originado hace más de 2500 años, lo que lo convierte, probablemente, en el gesto obsceno más antiguo y omnipresente de la historia. Aristófanes, un dramaturgo griego nacido en el año 444 a.C., escribió una sátira llamada Las Nubes en la que cargaba contra toda nueva doctrina filosófica y donde aparece ya el gesto de levantar el dedo corazón (dedicado, en este caso, al filósofo Sócrates a quien acusaba en esta obra de llenar la cabeza de los jóvenes con insensateces), que el autor representa como un símbolo fálico. Otra referencia al gesto de levantar el dedo corazón la encontramos en la obra Vidas de los Filósofos más Ilustres de Diógenes Laercio. En su obra, el historiador griego relata cómo Diógenes de Sínope (efectivamente, el filósofo griego que prefería vivir como un mendigo y que, cuando Alejandro Magno le ofreció obsequiarle con los dones que él deseara, el filósofo tan solo le pidió que se apartara para que no le tapara el sol. ¡Ole y ole!), mostrando su desprecio hacia el pomposo orador Demóstenes, lo señaló con el dedo corazón levantado diciendo: «Éste es el conductor del pueblo ateniense» (y otra vez ¡ole!).

Peineta, Aristófanes

Los romanos, que no tenían reparo alguno en copiar de otras culturas todo aquello que creían que les podía beneficiar, adoptaron el gesto de levantar el dedo corazón de los griegos. No solo eso sino que, advirtiendo la relevancia del gesto que habían adquirido, decidieron ponerle el primer nombre que se le conoce: digitus impudicus (aunque también digitum medium, impudicum o infamen). Además del gesto en sí, todo parece indicar que el significado del mismo también se mantuvo inalterado en la cultura romana. A tenor de los numerosos testimonios de los textos latinos que nos han llegado, levantar el dedo corazón mientras se mantenían el resto de dedos flexionados contra la palma de la mano pretendía representar el miembro viril erigiéndose desde el escroto. El poeta hispano Marcial describe en su obra el gesto cuando un tal Sextilio responde a alguien que le ha insultado llamándole invertido o afeminado levantándole el dedo corazón. Asimismo, el propio emperador Calígula (que, como dijo Oscar Wilde, no tenía enemigos, pero era intensamente aborrecido por sus amigos) le ofreció en una ocasión su dedo corazón levantado, en vez de la mano como era habitual, para que se la besara a su tribuno Casio Querea, a quien solía calificar de afeminado (paradójicamente, Casio Querea terminó liderando la revuelta que acabó con la vida del emperador en el 41 d.C. Ni Clint Eastwood en Harry el Sucio). Así pues, la burla que conlleva el digitus impudicus no es otra que calificar como sodomita pasivo a aquel a quien se le dirige.

Peineta, digitus impudicus

El corte de mangas parece haber desaparecido durante la Edad Media. Esta desaparición temporal parece deberse a la cada vez mayor influencia que iba adquiriendo la Iglesia católica. La Iglesia en su afán de reforzar los valores morales más conservadores, y con un alto grado de ganas de aguarnos la fiesta, habría conseguido que el gesto de la peineta se tuviera que mantener en la más absoluta clandestinidad. En cualquier caso, el gesto sobrevivió. En 1712, el periódico londinense The Spectator explicaba que

«the Prentice speaks his Disrespect by an extended finger and the Porter by sticking out his tongue».

El corte de mangas había vuelto. Si los griegos antiguos, que se servían de este gesto para mandar a alguien a hacer puñetas, fueron capaces de darnos magníficos pensadores y los romanos, que lo imitaron, fueron capaces de conquistar medio mundo conocido hasta entonces, ¿de qué habría que preocuparse? (de que te crucen la cara, como mucho).

Así pues, parece que, de un modo u otro, todos los gestos que en la antigua Grecia y Roma tenían un sentido de burla o insulto han pervivido, aunque su significado original se haya visto modificado en cierto sentido. Este es el caso no solo del gesto de levantar el dedo corazón, sino también les gesto de la higa, sacar la lengua, hacer los cuernos o imitar a la cigüeña que también datan de época clásica. Curiosamente, el ser humano lleva siglos empleando los mismos gestos ofensivos para burlarse de los demás. Da qué pensar, ¿verdad?

Autor: Ibon Herrero Eguia para revistadehistoria.es

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Bibliografía

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Loheed, M., Patterson, M., & Schimdt, E. (1998). The Finger: The Comprehensive Guide to Flipping Off. Petaluma, CA: Acid test productions.

Morris, D., Collet, P., Marsh, P., & O’Shaughnessy, M. (1979). Gestures, Their Origins and Distribution. Londres: Jonathan Cape.

Puig Rodríguez-Escalona, M., & Fornés Pallicer, M. A. (2005). Insultar con gestos en la Roma antigua y hoy. Minerva: Revista de filología clásica, 137-151.

Robbins, I. P. (2008). Digitus Impudicus: The middle finger and the law. UC Davis Law Review41, 08-05.

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