La historia se repite.

Por Losplatoscomoojos @platoscomoojos
La historia según la opinión de estudiosos en la materia o en base a la simple observación de cualquiera con aguerrido sentido común, tiende a la repetición en una espiral cíclica, es decir, que los errores del pasado son sin alternativa de nuevo cometidos en el presente. En cierto modo esta aseveración pese a que resulte un tanto pesimista, se interprete como una negación del progreso o hasta cierto punto, ponga encima de la mesa una clara tendencia (en determinados aspectos) hacia la involución. Sin embargo, vista la deriva económica, escuchadas las propuestas y sentida la repercusión de esta crisis en la ciudadanía; la sentencia anterior no se aleja un ápice de poseer la verdad.
Y el caso, es que no hace falta remontarse a la edad antigua ni a la época medieval, tan sólo hay que recordar el gran avance que supuso a lo largo del siglo XIX la completa desaparición de la estructura estamental y su cambio por la renovadora organización basada en la clase social. Desde dos factores diametralmente opuestos y al mismo tiempo de obligada complementariedad:
Por un lado, el ascenso de una burguesía con: sólida conciencia de clase, comportamientos y mentalidad, a todas luces alejados de una aristocracia a la que en un principio no estaban dispuestos a imitar. Presentados como la fuerza regeneradora de un sistema corrompido al que le era precisa una estricta e inmediata renovación. Su loables intenciones plasmadas en la lucha por el pensamiento racional, la idea de progreso continuo, el reconocimiento de derechos civiles y libertades para los ciudadanos o, su obligación a mostrarse en todo momento empresarios responsables en pro del bienestar de sus trabajadores, fueron un espejismo que fugazmente perdieron su sentido inicial.
Conocido su afán una vez enriquecidos con la banca o el comercio, para obtener títulos o condecoraciones que los equipararan a la nobleza, olvidaron sin nostalgia parte esencial de los valores defendidos en su lucha por la igualdad. E incluso la despreciable apología, antes proclamada por el sistema estamental y sus rancios abolengos, es rescatada y puesta en práctica por una burguesía, presentada asimisma como el adalid del darwinismo social. De esta manera, su superioridad (eso creían ellos) es resultado de una selección natural transmitida genéticamente e implica que los trabajadores están obligados a ser fieles y leales en su condición de subordinada capacidad, o lo que es lo mismo, acabamos con la aristocracia sin más ánimos que el de ocupar su lugar.
Adquirida la posición del empresario, en lugar de tender tal y como abogaba en su ideología original a la mejora social de su trabajador, tan sólo está dispuesto a asegurar su propia comodidad, alejar la moralidad del útil y válido sentido material o ejercer imperioso su básico objetivo: Tener dinero, bajo el prisma único de la contabilidad. Condiciones laborales, ideales o respeto por los derechos de la ciudadanía, han sido para siempre enterrados. La oligarquía de carácter medieval, de nuevo en forma y fondo está al completo constituida.

Fuente. El Roto.

Mientras la otra cara de la moneda, el envés desfavorecido y marginado por su escasa "genética burguesa", está en la obligación de responder sin posibilidad de negociación ante unas condiciones laborables, impuestas por una casta superior y dominante a la que ha de obedecer:
Las condiciones sindicales y salariales, las impongo yo que para eso soy el empresario. El trabajador es un elemento contable más de la empresa sin capacidad para establecer un convenio colectivo.
Los horarios de trabajo no vienen determinados por ley o por cualquier mutuo acuerdo, sino arreglo a las necesidades del dueño de la fábrica; mientras los salarios en ningún caso subirán arreglo al coste de la vida.
No te permito la más mínima seguridad laboral, en otras palabras, te despido cuando más me convenga por lo que condiciono tus posibilidades de vida a la degradación de tus derechos civiles.
Lo narrado anteriormente pertenece a un pasado que gracias al movimiento obrero, demás luchas por la igualdad y un sentido meritocrático del progreso social, parecía hacía años atrás ya olvidado. No obstante por anacrónico que pueda parecer, la continua ofensa a la decencia civil en estos tiempos de crisis, quizás nos esté acercando estrepitosamente a situaciones y contextos que suponemos imposibles de repetir. El supremo poder e incontestable potestad de unos bancos y banqueros, hinchados a base del contribuyente y cobrando pensiones millonarias. En un ejercicio de soberana autoridad, nos conceden  respuestas desconcertantes y repetidas: inyectan dinero en mi banco porqué sino, tú no tienes dinero ¿lo entiendes?; cobro mi desorbitada pensión porqué procedo de una empresa privada ¿lo entiendes?. Si es así de acuerdo, de lo contrario pese haber reflotado gracias a "mi dinero", esa es la respuesta que me tengo que creer.
Ahora bien, tú tienes que trabajar más y cobrar menos, diluir progresivamente tu negociación colectiva o acatar la ingeniosa idea de la OECD de retrasar la edad de jubilación más allá de los 67 años, en un ejercicio manifiesto de "sacrificio social", porqué: todos debemos arrimar el hombro, (a pesar de que con mi pensión millonaria le den por culo al principio de austeridad), todos somos culpables, bla, bla.
Y como puntilla, se puede deducir: hazlo porqué es necesario para salir de la crisis, te metí en esta situación con los subprimes y demás basura especulativa, pero ahora yo soy la mente lúcida y tú, sin el gen de mi distinguida persona, sólo puedes obedecer.
En fin, esperemos por el bien común que la historia no se repita.