Cuatro mil personas, que en las urnas no sacarían ni la octava parte de un concejal, han intentado eliminar la soberanía de veinte millones de votos. Banderas republicanas, rojas, autonómicas y alguna de Islandia, esa nación tan sosegada y contraria a la violencia. Ninguna pancarta con el mensaje «¡Queremos trabajar!». La chusma de siempre con algunos ingenuos biempensantes entre la turba. Diputados comunistas se han unido a los manifestantes. Han pedido a gritos que se vayan ellos mismos. A ver si se hacen un poco de caso. Por ahí, Bildu. Lo ha dicho la SER: «La Policía carga duramente contra los manifestantes». Nuestras Fuerzas de Seguridad están obligadas a aprender de las fuerzas policiales de Cuba, Venezuela o Corea del Norte, que cargan «dulce y suavemente» cuando son atacadas. Ante el templo de la soberanía nacional, objetos contundentes y botellas enviados educadamente contra los policías. En Neptuno, 256 kilogramos de piedras. Dirán que las Fuerzas de Seguridad han arremetido violentamente contra los inocentes objetos que volaban hacia ellos como encantadoras palomas de la paz.
No entiendo una manifestación tan radical en estos tiempos difíciles. Cuando el anterior Gobierno, el socialista, pasó de tener dos a cinco millones de parados, esta gente no se movilizó contra nadie. Los sindicatos son corresponsables del desastre y la mentira, y nadie los señala. Es más, ahí estuvieron, entre el gentío, como si la cosa no fuera con ellos. Llamazares exigiendo su dimisión. Tampoco se hará caso. Mañana ocupará de nuevo su escaño, en nombre de su nuevo partido. Legalmente, por supuesto. Cuando las izquierdas se echan a la calle para protestar, la violencia es «pacifista y heroica» si de los manifestantes proviene, y la respuesta policial «fascista y desproporcionada». Se les llena la boca exigiendo «libertades», así en plural, porque odian la singularidad grandiosa de la Libertad, con mayúscula.
Todo estaba perfectamente orquestado, programado y probablemente subvencionado.Tres millones de madrileños pasaron del berrinche. Veinte millones de votos deslegitiman la reunión del chusmerío. La izquierda es así. Silencio cuando gobiernan los suyos o allegados, silencio cuando arruinan una economía los suyos o allegados, silencio cuando roban los suyos o allegados, y gresca cuando gobiernan con una mayoría absoluta nacida de la voluntad popular
los malvados «fascistas». He recordado el pensamiento de Winston Churchill, que no era un mindundi analfabeto como muchos de los que se han dejado engañar por los manipuladores en su intento de violentar el Estado de Derecho: «Los antifascistas de hoy serán los fascistas de mañana». Para Churchill, ese mañana es nuestro hoy.
Más de sesenta heridos, entre ellos 27 policías. Dirán que no iban preparados para ejercer el desahogo de la violencia. Pacifistas ellos. ¿Y esto por qué? ¿Y para qué? ¿Y por qué no antes? ¿Cómo pueden tener tanto rostro Cayo Lara, Llamazares, los sindicalistas, los de Bildu importados, para clamar contra el sistema, si ellos son parte y cáncer del sistema mismo?
«La Policía cargó duramente contra los indefensos manifestantes». Tan duramente, que la mitad de los heridos son de los suyos. Y por responder a las agresiones. Duramente, duramente, duramente.
Alfonso Ussia.