Millones de turistas tomarán pacíficamente Berlín en este fin de semana del 9 de noviembre, fecha en la que se conmemora el 25 aniversario de la caída del vergonzoso muro. Todos juntos podrán repetir, como lo hiciera el presidente John F. Kennedy, allá por junio de 1.963, ¡Ich bin ein berliner!, ¡Soy un ciudadano de Berlín!, frase que ha quedado para la historia.
Si hay una ciudad querida por sus habitantes y cuya simpatía se irradia inmediatamente hacia todo aquel que la visita, esa es Berlín. La ciudad ha sabido transformarse, no solo desde el momento en que por una torpeza administrativa se daba vía libre al tránsito de personas entre ambas partes; también porque un áurea de tolerancia, modernidad y de ingente actividad cultural abarca toda su extensión.
Ya no figuran enfrentados y en actitud beligerante diez carros de combate por cada uno de los bandos, soviético y norteamericano, en Friedrichstrasse, en lo que viene a ser el reconocido y afamado Check Point Charlie, punto de visita ineludible si estás en Berlín. Este suceso, acaecido el 27 de octubre de 1.961, fue uno de los más graves ocurridos en lo que fue una continua tensión desde la separación de la ciudad en dos bandos: el Berlín Oriental, bajo el régimen político de la RDA (aliada de la Unión Soviética) y el Berlín Occidental, paradigma de la libertad, y que conformaba una isla totalmente aislada dentro de la Alemania comunista.
El reparto por las potencias victoriosas de la Alemania nazi, tras el fin de la II Guerra Mundial, se puede considerar el inicio de la Guerra Fría y la antesala del Muro de Berlín.
En la madrugada del 7 de mayo de 1.945, el general Alfred Jodl firmaba el acta de rendición de las tropas alemanas ante lo que ya era una total ocupación y control de su territorio por las fuerzas aliadas: franceses, ingleses, rusos y americanos. La rendición, rubricada en Reims (Francia), no fue del agrado total de los soviéticos al considerar estos que la frase
“todas las fuerzas bajo el mando alemán cesarán las operaciones activas a las 23:01 horas, hora de Europa Central, el 8 de mayo de 1.945”no explicitaba que esa capitulación lo fuese también para las tropas del Ejército Rojo. Es así que, en la noche del día siguiente, 8 de mayo, el general Wilhelm Keitel firmaba una nueva acta, en Berlín, en las instalaciones del cuartel general soviético, rindiéndose en las mismas condiciones que las anteriores ante la Unión Soviética.Walter Ulbricht, Presidente del Consejo de Estado de la RDA y ahora considerado el “arquitecto de la vergüenza” mencionó por primera vez la palabra “muro” en unas declaraciones de junio de 1.961: “nadie tiene la intención de construir un muro…”. Pocos meses después, en la noche del domingo 13 de agosto, y ante la excusa de “poner fin a las actividades hostiles de revanchismo y militarismo de Alemania y Berlín Occidental…” dio la orden levantar, en todo el perímetro de separación de ambas zonas, una alambrada de púas y el inicio del levantamiento del muro de piedra y hormigón ante la atenta vigilancia de la policía de fronteras y del ejército. Mientras, a lo largo de la frontera aliada, se apostaban unidades del ejército soviético ante posibles enfrentamientos. Esta vez sí, todas las comunicaciones fueron clausuradas, al igual que las estaciones de tren en su recorrido aéreo y subterráneo y a las que se denominaba estaciones fantasmas. Miles de familias y vidas rotas, separadas a la fuerza, que antes se saludaban en la calle y que ahora resultaba imposible. Calles, como la Bernauer Strasse, en que unas aceras pertenecían al Berlín Occidental, barrio de Wedding, y las casas lo eran del Mitte, barrio asignado a la parte oriental. Edificios con sus ventanas y frontales tapiados al dar estos a la parte occidental; su salida, que reconocerán enseguida los que hayan realizado viaje a Berlín, por sus famosos patios, enclavados estos en la parte oriental.
El fuerte dispositivo de vigilancia a lo largo de los 43,1 km de muro por el centro de la ciudad, las torres instaladas con expertos tiradores y cualquier otra medida de control no fueron impedimento para que muchos ciudadanos del lado oriental decidieran huir.
Peter Fetcher, relatan los historiadores, fue la primera persona en intentarlo. ¡No lo consiguió!. Su cuerpo, abatido a tiros por los soldados, permaneció durante 50 minutos agonizando en tierra de nadie hasta que fue retirado, ya fallecido, para llevarlo al hospital. Fue la primera víctima del muro de la vergüenza. Túneles excavados debajo del muro permitieron fugas masivas como la protagonizada entre el 3 y el 4 de octubre de 1.964. Más de 57 personas lograron huir a través de los 145 metros de largo del mismo, tardando en construirlo un total de 10 meses. Huidas en globo, como la de 1.979, cuando dos familias de cuatro personas, con sus cuatro hijos, lograron ascender 2.500 metros para, atravesando la frontera, lograr la libertad.
Fueron más de 600 personas las que, de distinta forma, murieron al intentar huir por cualquier frontera de este asedio. A través del Muro de Berlín se estima que, entre el periodo de 1.961 y 1.989, fueron alrededor de 136 los fallecidos.
El 8 de octubre de 1.989, el que fue el último mandatario del Partido Comunista de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, celebraba el 40º aniversario de la fundación de la RDA. Tan solo diez días después se veía obligado a dimitir. Algo se venía gestando, con los nuevos aires de la Perestroika impulsada por Gorbachov, en aquel entonces máximo mandatario de la URSS. El 10 de setiembre de ese mismo año, Hungría decide abrir totalmente su frontera con Austria. A través de ella, sin respetar el acuerdo suscrito de devolver a la RDA a los ciudadanos alemanes llegados irregularmente hasta allí, más de 15.000 ciudadanos dejan atrás sus hogares.
Sin embargo, a pesar de lo contundente de la frase, el pistoletazo de salida lo provocó una sola palabra. A requerimiento de un periodista, y a la pregunta de ¿Cuándo?, la respuesta –dicen que de forma improvisada- fue tajante: “Inmediatamente”.
Hoy Berlín nos muestra, todavía en pie, una parte de ese muro. En otro de nuestros artículos hablábamos de la East Side Gallery, un reconocimiento de artistas de todo el mundo sobre lo que se puede hacer sobre una pared. Berlín es una ciudad apasionante que ha sabido sobrellevar su pasado y reconvertirlo en tolerancia, cultura y libertad.