En un segundo, la esquina de La Clandestina desprende olores a café, tabaco y melodías quietas. La voz melódica de Inma Mora, aflamencada, desgarradora y libre, abre los libros por cualquier página, suena bonito el segundo disco de La Hoguera, la ecléctica y pinturera formación roteña, suena cara a cara y, en un segundo, la gente atrapa sonidos más bellos que el silencio. Un ratito de felicidad acústica, un viaje a la diversidad de culturas, de estados de ánimo, de colores y vientos. Amores y desamores con leche o descaifenado de máquina. Bajan de la Montaña para entrevistar a los músicos, piden una coronita por lo bajini, saltan a la comba los estilos y las hechuras de la tierra y del mar salado. La flor de Estambul, a mayor gloria de Ruibal y de la hoguera revolucionaria del magreado magreb de nuestras entretelas sureñas, arde la memoria, el futuro, las canciones y la mirada curiosa. La ira libertaria, la soberbia occidental, la lumbre de las letras en movimiento, La Hoguera se luce en la distancia breve de una inesperada librería de cafés clandestinos.