Clarice Lispector
Si bien La hora de la estrella se puede interpretar como un retrato social de Brasil, el punto de vista le añade tantas capas de significado que se puede entender asimismo como un ejercicio de deconstrucción de la novela tradicional en el que el narrador hace gala de su condición humana y, por consiguiente, expresa todos sus esfuerzos, sus propósitos y sus miedos («Que nadie se engañe, solo consigo la simplicidad con mucho esfuerzo», pág. 11). Si en Agua viva (1973) Lispector hizo para la literatura lo que el arte abstracto para la pintura, en La hora de la estrella continúa experimentando con la figura del narrador. La historia de Macabea, por su parte, va en consonancia con este abandono de las convenciones, porque ella misma es una antiheroína, una caricatura de todo aquello que no tienen las grandes protagonistas de la literatura, y es que La hora de la estrella, a pesar del drama, de su obsesión por la muerte, es una novela muy irónica e incisiva (basta fijarse en las observaciones jocosas sobre Olímpico, la propia protagonista o la adivina). Otra obra maestra de una escritora excepcional.