Pero no importan demasiado las mentiras en esta España destrozada por los partidos y los políticos. Rajoy mintió como un bellaco y ganó las elecciones hace cinco años. Dijo que acabaría con la corrupción, que adelgazaría el Estado, que bajaría los impuestos y que no endeudaría más a España, pero después hizo todo lo contrario y hasta condecoró a un Zapatero al que los ciudadanos odiaban por su estupidez y fallos como gobernante.
Hoy comienza la campaña electoral y es la hora de los miserables y de los ciudadanos. Más que una campaña electoral clásica, lo que hoy se inaugura es el festival de los rechazos y los odios. Millones de votantes acudirán a las urnas con la nariz tapada por el hedor que despiden los partidos y por el profundo rechazo a la clase política que está haciendo de España un país sin prestigio, sin esperanza, injusto y a punto de romperse. Mucha gente va a votar listas que rechaza y hasta odia, lo que constituye un contrasentido en política. Quien obtenga la victoria no será el partido más querido, sino el menos odiado.
El país está hecho unos zorros, pero los políticos, alienados por la arrogancia, la soberbia, la codicia y la corrupción, no sienten asco de ellos mismos y se sienten a gusto.
De la regeneración, que es el gran reto y la necesidad más perentoria de España, apenas se hablará en la campaña, en la que el tema estrella será si el PSOE se hunde o no o si Podemos sobe o baja.
El panorama no puede ser mas rastrero e indecente porque no es la ilusión ni la esperanza las que dominan el ambiente, sino el miedo, un miedo general a la torpeza y locura de los políticos, otro miedo a que gobiernen los radicales, un miedo todavía más concreto que se concentra en la irrupción de Podemos, con su potencial carga de totalitarismo comunista, y un miedo maloliente y sucio a que sigan gobernando los mismos partidos de siempre, los que han destrozado la nación y la democracia, construyendo una sociedad plagada de delincuentes, sin grandeza y sin esperanza ni justicia.
Los indignados y disidentes son muchos millones. Si se unieran y practicaran la abstención, darían una lección rotunda a los políticos, pero nadie confía en que los políticos españoles sientan vergüenza ante las urnas vacías porque la vergüenza y la dignidad son valores ausentes en la jungla sucia del poder.
La España que abre hoy su campaña electoral, la segunda en seis meses, es un desastre lamentable, obra de una clase política deplorable, de unos medios de comunicación degradados, en gran parte divididos en bandas a sueldo de los partidos, y de una ciudadanía que ha abrazado, sin decoro ni ética, la corrupción y la bajeza que le llegaba a chorros y le infectaba desde los palacios del poder, donde el vicio y el abuso lo han infectado todo.
Es una campaña aciaga la que hoy abre sus puertas, un bodrio sin esperanza que sólo puede satisfacer a los que van a salir elegidos para integrarse en una élite política que, aunque carezca de prestigio y aprecio ciudadano, tendrá privilegios abundantes, disfrutará del brillo mediático, meterá las manos en los bolsillos ciudadanos para proveerse del dinero necesario, seguirá arruinando el país y gobernará los despojos de España como si no ocurriera nada, gestionando un sistema que ya nadie cree que sea una democracia y que cada día se parece más a una dictadura de miserables, camuflada y travestida.
Francisco Rubiales