La hora de los valientes

Publicado el 26 mayo 2014 por Trescuatrotres @tres4tres

Todo llega a su fin. Con la final de la Champions en el recuerdo, 17 días quedan para ver rodar el balón en un nuevo Mundial, el de Brasil 2014. Más de dos semanas de larga tortura para los amantes del fútbol, que a priori deberían quedar sumidos en la más profunda de las depresiones al ver huérfanos sus fines de semana. Empieza el tiempo de los fichajes y de estrafalarios amistosos entre selecciones para preparar la gran cita mundialista. El amante del fútbol pasa durante estos últimos días de mayo pendiente de las listas, y no me refiero a las que poblaban ayer nuestros colegios, sino la de las convocatorias de los diferentes combinados nacionales.

Un seleccionador, seguramente agraviado, dijo aquello de que en España hay 40 millones de seleccionadores. No le faltaba razón al ver cómo se critican las convocatorias: que si falta éste, que si este año el otro no ha hecho nada, que si no arriesga… nadie estará contento a partir del 2 de junio, que es la fecha límite para entregar las relaciones. Aunque seguramente me equivoque, porque dentro de esa vorágine de noticias sobre cómo le ha sentado la última copa a Balotelli antes del Mundial o cómo es el hotel donde se aloja tal o cual selección, hay un hueco para ellos.

El Leioa ha acendido por primera vez a 2ªB del fútbol español

En esos 17 días de calentamiento previo a la mayor cita futbolística, hay clubes que se juegan la vida. Y no exagero. Equipos que durante esas dos semanas disfrutarán de su minuto de gloria, o de pena, al lograr un ascenso de categoría, o en el peor de los casos un fatídico descenso. Mientras Ibrahimovic, Messi o Cristiano disfrutan del descanso del guerrero o se concentran con sus selecciones, otros jugadores con nombres mucho menos sonados aspiran a convertirse en héroes de pequeñas ciudades y pueblos a los que ubicar en el mapa.

Y créanme que no es hipérbole decir que se juegan la vida cuando la delgada línea que separa la supervivencia de la extinción se mide en el gol que permite un ascenso. Y poco les importa a estos modestos jugadores de fútbol que las gradas que ahora se pueblan de aficionados locales se encontraran vacías durante el resto del año. Porque el fútbol modesto no entiende de celos. No se molesta al observar como la mayoría de los habitantes de la localidad prefieren tomar un autobús para animar a Barcelona o Real Madrid, mientras en el estadio de siempre, en el de casa, no haya quien celebre el gol conseguido por un cartero o un albañil.

El fútbol modesto vive del aquí y del ahora, y con eso le basta. Tampoco le hemos demostrado el respeto adecuado, vistos ejemplos de allende nuestras fronteras. En Inglaterra, la cuna del fútbol, los ascensos se disputan en Wembley, el estadio de la selección nacional. Clubes que durante el año disputan sus partidos en barrizales con capacidad para 2.000 personas, tienen el acicate de acudir a la Catedral del fútbol inglés para marcar los goles que dan un ascenso.

Por un día, no será Rooney o Lampard el que anote un tanto en esas porterías, sino algún jugador, quizás amateur. Alguien que pondrá en el mapa durante esas 24 horas a la pequeña localidad que celebre el delirio de ascender de categoría. Como el Fleetwood Town, que se jugará esta noche ascender a la tercera categoría inglesa en un estadio que triplica la población de la ciudad a la que representa.

El Yeovil Town celebrando su ascenso de 2013 en Wembley

En España sería impensable que esto sucediese. En nuestro país este “tiempo muerto” se localiza en pequeños campos de fútbol que viven durante horas la emoción normalmente reservada a los equipos grandes. Aunque más que tiempo muerto esté siendo tiempo de resurrección. Porque ya este fin de semana dos grandes clubes de nuestra geografía han dado el primer paso para volver por sus fueros. Racing de Santander y Albacete retornan a la Segunda División tras pasar tiempos difíciles. La maldita economía destrozó a estos dos históricos clubes con pasados esplendorosos. Castilla- La Mancha y Cantabria no se merecían el despropósito del olvido de nuestro fútbol a causa del vil metal y las malas gestiones. Lejos quedarán los tiempos del Racing que hace seis años jugó la UEFA o del queso mecánico de Benito Floro, pero seguro que sus seguidores volverán a sentir el orgullo de defender los colores de sus equipos.

Otros clubes de fútbol seguirán luchando en estos 17 días, en play-offs interminables, por refrendar el trabajo de todo un año en 180 minutos. Y en esos laberínticos cuadros de juego conviven clubes recién creados a golpes de talonario, instituciones refundadas por los avatares financieros o filiales plagados de promesas en ciernes. Ascensos a 2ªB, a Tercera, a Regional Preferente… cada club tiene su objetivo, aunque en ese baile de nombres haya también una vis más negativa. Los descensos, la otra cara de la moneda, pueden provocar desapariciones o peor, la indiferencia durante un año de aquellos que te apoyan.

Quizás el fútbol español sea bicéfalo porque en las localidades sin equipo en 1ª o 2ª se apoye a Madrid y Barça, algo que nos distancia bastante con el paradigma inglés. Aunque lo que está claro es que durante esos 17 días el aficionado de Avilés, de Llagostera o de Sestao aprenderá quién es el delantero que mete ahora los goles en el estadio de al lado de casa y volverá a vestir los colores de su pueblo. Seguramente sólo sea un espejismo y ese apoyo dure hasta que Cristiano vuelva a hacer la bicicleta o Iniesta dé ese pase maravilloso.

Puede que dentro de cuatro meses no vuelva a ir nadie a ese pequeño campo de pueblo. Aunque ellos no son celosos, les basta una hora para sentirse tan aclamados como sus ídolos. La hora de un ascenso a Tercera, la de un gol que separa al amateur del profesional… la hora de los valientes.

Los jugadores del Albacete celebran su ascenso a 2ª