La digitalización está transformando nuestra economía y nuestra vida cotidiana. Desde las videollamadas hasta el comercio electrónico, pasando por la inteligencia artificial, el uso masivo de tecnologías digitales promete mayor eficiencia, nuevas oportunidades de negocio y servicios más accesibles.
Pero este avance tiene un impacto oculto, que no es otro que una huella de carbono digital que crece al mismo ritmo que se multiplican los datos, los dispositivos y los servicios online.
En un contexto de transición ecológica, comprender y gestionar este impacto es tan importante como aprovechar el potencial de la economía digital para evitar emisiones.
La clave está en encontrar el equilibrio entre innovación tecnológica y responsabilidad climática, lo que se denomina twin transitions o transiciones gemelas, donde lo digital impulsa lo ecológico.
1. La economía digital sí emite CO₂ (aunque no lo veamos)
Es habitual pensar que lo digital no contamina porque está asociado a servicios intangibles.
En comparación con sectores industriales, sus emisiones directas son bajas, sin embargo, la mayor parte del impacto climático del sector digital se encuentra fuera de sus operaciones directas, en actividades que no controla, pero que hacen posible su negocio.
Las fuentes principales de emisiones se distribuyen en varias capas del ecosistema digital:
1.1 Centros de datos y computación
Los centros de datos que alojan servidores, procesan información y entrenan modelos de inteligencia artificial (IA) consumen enormes cantidades de energía.
En 2024 representaron el 1,5% del consumo eléctrico mundial, y la Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que esta demanda podría duplicarse en 2030, superando los 945 TWh, equivalente al consumo de Japón.
Además, el auge de la IA acelera esta tendencia, pues entrenar modelos complejos requiere infraestructura computacional intensiva, así como refrigeración y mantenimiento.
1.2 Redes digitales y transmisión de datos
Cada interacción online genera tráfico, ya sea música en streaming, videoconferencias, cargas en la nube o consultas a modelos de IA.
La energía utilizada para transmitir datos a través de operadores de telecomunicaciones forma parte de las emisiones indirectas del sector.
1.3 Fabricación de dispositivos electrónicos
Móviles, ordenadores, pantallas, routers o equipamiento de servidores generan emisiones en su ciclo de vida, desde su fabricación hasta su desecho.
Extraer materias primas, ensamblar componentes o transportar productos representa una parte significativa del Scope 3 del ecosistema digital.
1.4 Logística del comercio electrónico
Las plataformas digitales que venden productos no solamente consumen energía en su actividad digital.
También implican transporte, embalaje, almacenamiento y distribución, con especial impacto en la última milla, una fuente relevante de emisiones logísticas.
1.5 Uso de los servicios digitales
Incluso el uso que hacen los usuarios finales de servicios o productos digitales consume energía: cargar un dispositivo, utilizar un electrodoméstico adquirido online o participar en una videollamada.
2. Cómo se mide el impacto: Scope 1, 2, 3 y emisiones evitadas
El estándar internacional para medir la huella de carbono es el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero (GHG Protocol), que clasifica las emisiones en 3 alcances:
Scope 1 (emisiones directas)
Son las emisiones generadas por fuentes que la empresa controla directamente, como vehículos propios o calderas.
En lo digital, suelen ser muy reducidas, porque la mayoría de empresas no tienen procesos industriales ni flotas significativas.
Scope 2 (emisiones indirectas por electricidad)
Emisiones asociadas al consumo de electricidad, calor o vapor adquiridos. Aquí entran las oficinas, hubs y los centros de datos propios o arrendados.
Es el primer foco de reducción a través de energías renovables y eficiencia energética.
Scope 3 (cadena de valor)
Todas las demás emisiones indirectas: proveedores, fabricación de dispositivos, uso del producto, logística, residuos …
Precisamente, es en el Scope 3 donde se concentra la mayor parte de las emisiones del ecosistema digital
Esta circunstancia supone un reto metodológico, porque implica medir y gestionar emisiones fuera del control operativo, con datos que dependen de terceros.
3. La importancia del Scope 3: el impacto que no se ve
¿Por qué el Scope 3 es tan relevante en la economía digital?
- Modelos basados en intermediación: marketplaces, plataformas o servicios cloud no producen directamente el impacto, pero lo generan a través de terceros.
- Datos dispersos: medir requiere información de proveedores muy diversa (centros de datos, operadores, empresas logísticas).
- Alta complejidad: el uso final de los productos y servicios es una categoría importante y difícil de estimar.
- Influencia indirecta: la empresa no controla las emisiones, pero puede influir mediante decisiones de diseño, criterios de compra o incentivos.
Por ello, se propone priorizar fuentes según 3 criterios estratégicos: materialidad climática, capacidad de influencia y disponibilidad de datos.
4. Digitalización como palanca climática: emisiones evitadas
Hablar del impacto de la economía digital sin mencionar su potencial positivo es incompleto. La transformación digital puede evitar emisiones que se producirían en escenarios convencionales, cuando sustituye procesos físicos intensivos en carbono.
El concepto de emisiones evitadas es parte esencial de la contabilidad climática
Algunos ejemplos claros:
Menos desplazamientos
- Videollamadas y trabajo remoto sustituyen viajes en avión o coche.
Optimización logística
- Algoritmos que reducen kilómetros recorridos o tiempos muertos.
Economía circular
- Plataformas de segunda mano que evitan la fabricación de nuevos productos cuyas metodologías permiten cuantificar CO₂ evitado y ahorro de materiales.
Eficiencia industrial
- Sistemas IoT que monitorizan consumo energético en tiempo real.
Transformación de la movilidad
- Plataformas de ticketing ferroviario facilitan el cambio modal hacia el tren, el medio de transporte más eficiente en emisiones por pasajero-kilómetro.
Se estima que la IA aplicada a sectores como energía, movilidad o alimentos podría evitar entre 3,2 y 5,4 GtCO₂e anuales en 2035, muy por encima de las emisiones que genera su consumo energético.
5. Hacia una digitalización sostenible: soluciones y hoja de ruta
La digitalización no es el problema, sino parte de la solución. Para maximizar su potencial climático, las empresas tecnológicas deben incorporar una gobernanza climática robusta:
1. Medir con rigor
Sin métricas no hay mejora. La medición debe ser progresiva, transparente y alineada con estándares internacionales.
2. Priorizar lo material
Empezar por las fuentes más relevantes: energía, centros de datos, logística, dispositivos.
3. Reducir emisiones propias
Energías renovables, eficiencia de software, uso de GPU compartidas, optimización de llamadas API, enfriamiento eficiente.
4. Catalizar descarbonización ajena
Diseño sostenible de plataformas que generen impacto positivo: circularidad, movilidad sostenible, gestión energética.
5. Evitar efectos rebote
Es importante considerar el riesgo de que la eficiencia digital aumente el consumo total (Paradoja de Jevons).
6. Marcos regulatorios
La Unión Europea está impulsando marcos como CSRD (Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa), CS3D (o CSDDD, Directiva de Diligencia Debida en materia de Sostenibilidad Corporativa) o Taxonomía, identificando la necesidad de integrar planes de transición climática obligatorios y transparencia de la huella digital.
6. Conclusión: gobernar la huella digital para acelerar la transición ecológica
La economía digital se encuentra en el corazón de un cambio histórico, ya que puede convertirse en una fuente creciente de emisiones si su expansión sigue el patrón actual, o en una infraestructura habilitadora para descarbonizar la economía si se planifica con visión.
Las empresas tecnológicas tienen una responsabilidad y una oportunidad: diseñar servicios más eficientes, impulsar la transparencia climática y posicionarse como aliadas estratégicas de la transición verde.
Medir y gestionar la huella digital no es un requisito burocrático, sino una ventaja competitiva, un motor de innovación y una forma de construir confianza.
La clave no es solamente gestionar las externalidades presentes, sino anticipar las futuras, planificar con criterios sólidos y adoptar decisiones que integren lo digital y lo ecológico como una única agenda estratégica.
En definitiva, una digitalización sostenible no solo es posible, sino necesaria. La pregunta no es si debemos avanzar hacia ella, sino cómo hacerlo antes de que la huella invisible de nuestros datos comprometa el futuro que queremos construir.
Si te interesa este asunto, puedes consultar el informe titulado Digitalización sostenible: Medición y gestión de emisiones de CO₂ en la economía digital, publicado por Adigital, y disponible en nuestro fondo documental ecointeligente.
El artículo La huella invisible de la digitalización: cómo medir y reducir las emisiones del ecosistema digital se publicó primero en ecointeligencia.